3 Aug 2010

Desde el primer momento lo supe. Fue aquel en el que nuestras miradas cruzaron, cuando sentí que mi corazón latía más rápido de lo normal. Vertiginoso, como si fuese la primera vez que mis ojos observaban algo que les pareciara tremendamente fuera de lo normal. Supuse en aquel entonces, que el aquel sentimiento que cruzó por mi mente demasiado rápido. No podía ser amor.

-          Está bien, solo por esta vez te lo dejaré pasar. – Comentaba un hombre de aparencia arreglada. Con cabellos oscuros y ojos rasgados. Mantenía la cabeza alta, seguro de lo que parecía decirle al hombre que se encontraba junto a él. Sonriéndole también, pareciendo demasiado seguro de sus palabras pero al mismo tiempo cansado. Por las marcas en sus ojos y el tono agravado de su voz.
Parecía desde lejos una conversación demasiado seria. Queriendo mantener la seriedad en un momento como aquel, pero también el deleite de lo que significaban sus palabras. Justo, frente a frente estaba él mismo. Recibiendo otra de las charlas de su hermano Joe. El cual era demasiado sobre protector. El cual sobre todas las cosas, lo que más intentaba mantener y a lo que más tendía era a permanecer justo a su lado, protegiéndole como si de un perro guardián se tratase.

-          No te preocupes, Joe. – Sonreía él. Irónicamente hablando. Un perro nunca mordía hasta que no daba dos señales y una abalanzada. Para su gusto aquel hombre, que ahora sujetaba sus hombros gentilmente, se había abalanzado demasiadas veces a morder sus dedos. Ahora, estaría escarmentado.

Siempre había querido sentirse así, de aquella manera, justo mirando al frente con los ojos húmedos sin poder llorar. Bueno, quizás para ser sincero nunca había querido sentirse de la forma en la que se sentía en aquellos momentos. La razón de esos pensamientos, era algo que no quería llamar por su nombre. Porque el que se le daba parecía ser complicado y él mismo, no ser lo demasiado inteligente como para sentirlo en aquellos años.

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