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- Sweet Dream.
6 Nov 2010

Sabía que desde que me había vuelto una persona tan solitaria la gente ya no solía hablarme tanto como antes, que ahora me escondía de las risas, que no quería una sola lágrima sobre mis párpados...Me sentía solo y lo peor de todo aquello era que quizás me gustaba estarlo.
No fue hasta que un día, cuando conocí a una persona de la que nunca me olvidaré ni aún si pasan cien mil años. Sabía, estaba seguro que no me mentía al decir que me había estado buscando a lapsos de su existencia, que me había buscado por cielo y tierra, removido océanos... Pero también era consciente de que al que amaba tanto para mí era alguien inalcanzable, que eramos simple y llanamente como el sol y la luna. Distantes, lejanos...Pero a la vez tan brillantes. Él tenía luz propia, era el mismísimo sol, aquel que iluminaba, que calentaba mis días y yo era la dichosa luna, yo consciente y tímido me lanzaba el manto de hojaplata que había forjado mi olvido y me abrigaba a él, reflejaba la luz de todos los demás, me sentía un poco más vivo pero nunca ese calor se paraba en mi, ni por un segundo.
No era yo quién sentía su calor, no estaba dedicado a mi y cuando menos me lo esperaba y salía a buscarlo, él ya había desaparecido.
También sé que fue el último momento que mis párpados vieron su reflejo, que la luz de los astros ya no colapsaron nunca más en mi, que mi corazón mis ojos y mi vida, había dejado de brillar. Ya no estaba solo, nunca más, no estaba con él, jamás. Pero no podía mirar por mis sentimientos, clamar por mi no soledad, gritar quejoso y desagradecido el brillo y el calor que una vez sentí sin poder darme el lujo de sentirlo.
Miraba al cielo, era uno de esos días en los que no se espera que el sol salga, en el que lo ves todo nublado por espesas capas de niebla y oscuridad. Se había ido, había marchado hacia un lugar en el que yo no era capaz de observar nada, un lugar tan brillante que mi mente distorsionaba. Una realidad que dificilmente podía aceptar.
El país de la Libertad. América.