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- Tanto tiempo.
22 Jan 2011
En sus ojos no había nada, aquellos castaños lucían apagados, el brillo risueño se había secado en sus ojos. Su sonrisa ya parecía fingida. Aquellas manos ya no portaban aquella calidez tan hermosa que le caracterizaba. Finalmente había caído rendido ante una vida en la que ya no hallaba la mínima posibilidad, finalmente se había derrumbado ante aquellos insípidos pilares de cal que habían trazado sus hermosos pero falsos sueños. Había olvidado qué era la realidad y qué desde luego, era lo ficticio.
Sus castaños no brillaban, ahora descansaban en la penumbra de un amor olvidado. Con el tiempo y quizás el paso de los años le habría olvidado, pero aquello no pasó y él continuaba lamentándose por ello. Le esperó tanto tiempo que no tenía idea de la razón de muchas cosas, tanto tiempo que olvidó por quién esperaba, más incluso que ya aquel rostro que solía conocer tan bien, se había convertido en una borrosa silueta grisácea y sin ojos. Aquellos celestes, ¡Sus cielos! Los había olvidado, nada tenía sentido.
Un cobarde como él se habría rendido, pero no lo hizo pues del corazón inofensivo pero cruel no era capaz de vivir una nación y la suya, hacía tiempo que vagaba en pena.
Aquel día era uno de tantos en aquel monótono país en el que podía aburrirse cuando quisiera sin que a nadie le importase. Miró por la ventana, en la que la luz ya no se reflejaba debido a las altas horas de la noche y la profunda y hermosa oscuridad iluminaba con un delirio insano y romántico las penumbrosas calles de Venecia.