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- Adiós
14 Apr 2011
Cuando te diste la vuelta mis verdes ojos buscaron en ti una respuesta. Tu no dijiste nada, te mantenías distante, con los ojos clavados en el suelo. Aún el eco de las palabras huecas impactando precipitadamente sobre las pareces de cemento resonaban dentro de mi cabeza. ¿Te ibas? ¿a dónde? ¿nos dejabas? Y si era así ¿por cuánto tiempo? ¿para siempre? ¿qué te habíamos hecho? ¿me odias? Acaso... ¿Ya no me quieres? Y si el amor se había apagado tan de repente ¿Desde cuándo que había pasado eso? Tantas, tantísimas preguntas se sucedían en mi cabeza mientras tu mirada permanecía gacha y yo perecía tan firme que no pude darme cuenta de cuán angustiado debería verme en aquel momento.
- Estoy cansado del grupito de chiquillos y las canciones de amor. - Esbozaste, manteniendo el temple que habías intentado forjar desde tu juventud. Me mantuve firme, revolviendo mis dedos entre los pantalones grises que cubrían mis piernas. Miraste de repente, dejaste de buscar algo en las baldosas del suelo para clavarte en mi mirada angustiada. Solté un quejido, intentaba aparentar ser fuerte y no arrepentirme de arrugar mis pantalones con los dedos pero tu fija mirada me hacía quedar al desnudo. Me sentí más solo que nunca; podía alcanzarte y rozar tu mejilla con la punta de mis dedos si quería, pero no quise y de repente te encontré demasiado lejos.
- Dí mi nombre. - Exigí, con la esperanza de escuchar la aterciopelada voz de tres tonos más altos que la mía propia. Cerré los puños ciñéndome ante la esperanza de escucharte decirlo. Desde el principio esperaba tantas cosas de ti que sabía jamás ibas a poder darme. Te devolví la mirada, decidido, esperando que fueras valiente y negaras mi petición. Por un momento el silencio hizo que me arrepintiera de mis palabras. - John. - Supliqué con los ojos brillantes por lágrimas que amenazaban con salir. Moví los dedos impaciente, sintiendo el tacto textil de la seda gris por debajo de estos.
Tragué nervioso un par de veces, sentía como si en mi garganta hubiese una enorme esponja que comenzara a absorber cada recoveco de saliva en mi boca.
- Paul, se acabó. - Te escuché suspirar y un enorme cubo de agua fría rellena con sentimientos me golpeó en la cabeza, empapándome de soledad. Cerré los ojos aterrado por lo que vendría después y al abrirlos, las traviesas lágrimas derramaban mejilla abajo. Tapé mi rostro con el puño de la camisa celeste que llevaba aquel día, mojándola en el acto. - John... John - Supliqué, arrugando el entrecejo y frotando mis ojos para que dejasen de salir aquellas malditas gotas de mis ojos. Tu mirada se transformó en una mueca de lástima. - No, no John... Quédate por favor, como siempre ¡Ringo, George, tú y yo! - Trágicamente miraste hacia otro lugar, amedrantando mis palabras con tus firmes ojos castaños. - No, Paul. - Pausaste y cuando lo hiciste, te encontré seleccionando las palabras más fáciles de pronunciar, entonces continuaste. - Hace tiempo que ese nosotros desapareció. Ahora mi nosotros está con Yoko y conmigo, no quiero tener nada que ver con los Beatles. - Bajaste la cabeza, aún si todavía me mirabas y yo buscaba en tus ojos un rastro de tristeza por murmurar aquello en voz baja. Mi mirada atónita te llegó y entonces quisiste apartar tus ojos de los míos verdes.
- ¡Mírame John! ¿Cuándo fue que te volviste así? Es que acaso... ¿Ya sólo somos un pasaje más en tu vida? es que... ¿Ya no me quieres más, John? - Callé rápidamente intentando corregir el dolor en mis palabras y la metedura de pata al decir algo que realmente no planeaba decir. - Éramos un equipo. - Añadí y de nuevo llevé el puño de mi camisa a mis ojos para limpiar el rastro de lágrimas.
De repente me di cuenta que si no te detenía ibas a irte para siempre. decir que en lo primero que pensé cuando la idea de que te ibas fue en cómo me afectaría, podría sonar algo egoísta. Sin embargo fue lo primero que hice cuando tus entrecerrados ojos castaños traspasaron mis defensas. Dí varios pasos hacia atrás, lo último que quería en aquel momento era verte directamente a los ojos, quería perderte de vista. ¿Pensabas en ella cuando me besaste por primera vez? era imposible, fue hace demasiado tiempo, además de tan sólo ser una prueba para comprobar cómo sería dar un beso a alguien de tu mismo sexo. Un juego, un roce inocente que no iba más allá de los labios. Cuando me dijiste todo aquello pensabas en no hacerme daño escogiendo cada una de las palabras lo mejor que podías para así no hacerme daño pero ¿es que acaso no ves lo miserable que soy ahora, en este momento? No hay nada que pueda hacer, para que te comas tus palabras.
- Esta broma no tiene gracia, John. - Me enderecé, intentado que mi voz no pareciera quebrada. - Tú nos quieres; A Ringo, George - Hice una pausa demasiado larga, quizás temiendo decir el nombre, mas sin embargo añadí - Y... Y a mi... - Murmuré ya, sin poder evitar a contraerme levemente por algunas lágrimas que salían sin permiso. - Paul, éramos compañeros y nada más. Nunca existió un sentimiento más allá de la rivalidad y el compañerismo. Sólo jugamos un poco y esto acaba aquí, jamás fuiste mi amigo, es asunto tuyo si malinterpretaste mis intenciones. - Sentenciaste y yo me quedé sin nada más que decir.
Quería acercarme y golpearte, habías herido mi orgullo y mis sentimientos, cortante y recto; de la forma más cruel. Me negué a mi mismo el hacerlo y dándome la vuelta supuse que había terminado todo lo que una vez, por remoto que fuera podría haber sido. Fue la última vez para muchas cosas; para verte sonreír, para decir que te alejases, para cantar junto a ti en el mismo micrófono haciéndole los coros a George, para ver la cara de decepción de George y Ringo cuando Yoko entraba a interrumpir las grabaciones y a quejarse por nuestras canciones, para escuchar como nos dejabas por los suelos protegiéndola a ella, para llorar por ti y que sería la última vez que hubiéramos cantado moviendo la cabezas como tontos y sonriendo.
De repente me di cuenta que me enfrentaba a millones de personas y que lo último que dije como portavoz de lo que una vez fuimos fue una mentira más de las tantas que nos llegamos a sentenciar.