2 Apr 2011


Lo sabía y aún pese a saberlo, aún pese a haberlo sabido durante todo aquel tiempo, no había hecho nada, absolutamente nada para evitarlo. Simplemente había decidido que si era una realidad a la que no pensaba hacerse a la idea, estaba bien. Más sin embargo también sabía que estaba solo en aquello y que aquella simpleza, le llenaba de amargura.
Él era el mejor mentiroso del mundo, ¿Sabían? Era de esa clase de personas a las que no le importa decir algo que no fuera cierto en el momento si luego más tarde se veía capaz de corregirlo, era alguien sin conciencia. El mejor mentiroso del mundo era alguien frío e ilógico; Era lo que intentaba aparentar. Pero por aquello mismo era un simple estúpido que llenaba su cabeza de ideas equivocadas. Tenía amigos, pero unos que no conocían quién era y que solo lo apreciaban por quién intentaba ser.
Supongo que quizás os haréis una breve idea, el hacerte creer a ti mismo que eres alguien que no eres, el llevar una mentira tan lejos que incluso tú mismo seas capaz de creértela. Él lo sabía, pero estaba perdido en ella. Era, por decirlo de algún modo; Demasiado tarde como para darse cuenta de que esta ya no formaba parte de su realidad. Alguien así de débil, se derrumba tan solo con la más sincera de las sonrisas; Porque él era un falso.
Así pues, sin haberlo previsto, había visto la sonrisa más hermosa y sincera que en su vida, se había colado. Así, de la nada y de la persona que menos esperaba. Era obvio que después de aquel acto, venía el beso culminante, de la manera en la que lo hizo, como una luz eternamente potente. La ambición de aquel roce lo volvió salvaje y fue entonces, que cuando los delicados roces tímidos se hicieron más fogosos y pasionales, comenzó a sollozar.
Él no era ni frío ni tan siquiera ilógico; Era una persona cálida pero sola, eternamente abandonada que tenía miedo de estarlo. Tampoco era ilógico, sus ojos eran como un libro abierto, uno de muchas páginas y sin ningún dibujo que te hiciese la lectura llevadera, pero uno en el que alguien al fin, quiso leer. Su mirada se hallaba cubierta de emociones, por completo, las lágrimas que caían eran de mil y un color y eso, las hacía negras. Porque lloraba con tenebrosa perdición e inevitable felicidad, hacía que la situación se volviera ambigua y que la persona que la observaba, se sintiera ansiosa.
Él, que era un patán y un cobarde. El mejor mentiroso del mundo, finalmente bajó la cabeza y sonrió, una de sus sonrisas más honestas y hermosas, la más brillante aún si sus ojos cargaban millones de lágrimas. Se dio la vuelta y caminó, de espaldas al mundo. Más sin embargo aquella persona, la más tiritante de las estrellas, susurró su nombre. Su mundo se detuvo, retrocedió segundos y volvió a avanzar a cámara lenta, y entonces lo entendió.
Las palabras se escapaban entre sus labios y aquellas palabras, se desvanecieron en el frío invierno.

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