19 Jul 2014

Ayer me sonreíste y en ti se encendió una luz,
brillante, amarilla, que me quebró hasta los huesos.
Ayer me sonreíste y en mí encendiste una luz,
muda e intensa, que me impregnó el corazón.

A la mañana siguiente,
quemaste en mí todos los restos,
lo salado en la misma medida que lo agrio,
que me amargaban y hacían solitario.

Ayer a la noche me enviaste tus dedos,
dulces y ásperos, que arañaron en mí los intentos,
las locuras, los perdidos sentimientos.

Ayer al igual que hoy me enciendes,
y puedo en ti buscar esa luz, ahora roja
al igual que mi corazón y tus labios.

Ayer me sonreíste e hiciste a mi mundo temblar,
que nuevamente, comenzase a vibrar.

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