12 Mar 2011

Odio los días como hoy. Son de estos en los que sientes que lo tienes todo, sales y te diviertes, pasas un buen rato. Después volvemos a casa y como de la nada, comenzamos a pelear bobamente por temas sin casi importancia. Yo, me vuelvo hacia un lado y dejo de darte la cara y tú, como buena orgullosa también lo haces y termina ahí nuestra conversación. No hay ni una sola palabra más, siquiera un "Lo siento". Por tu parte, la conversación está acabada, yo espero a que me digas que me amas.
Pero no lo haces y la espera me consume, decido la salida más cobarde tras intentar hablarte y no verme capaz de hacerlo. Huyo, llamo para irme y te dejo ahí, en tu cama. Recojo mis cosas y sin mirar atrás ni murmurar un "Te quiero" o un "Perdón" cierro la puerta. Fuera hace frío, había olvidado traer mi abrigo y realmente estaba pasándolo mal mientras tiritaba y esperaba impaciente y recomiendo mi conciencia. ¿Vendrá? y si lo hace ¿Tardará mucho?. Sin embargo la espera se alarga y el frío perfora mis huesos de la forma más cruel y despiadada, sonrío y al mismo tiempo una solitaria lágrima baja por una de mis mejillas, un único ojo que gotea. Entonces me doy cuenta de que no vendrás y la espera se vuelve aún más dura, me estoy muriendo por dentro y la razón de aquello no era el increíble frío. Esperaba ver alguna estrella, una que me alumbre desde el cielo lejano y oscuro, pero no veo ninguna. Ahora sí me siento terriblemente mal, como si el destino me hubiera jugado una mala pasada y la suerte que nunca tuve me hubiera abandonado por completo.

Cometí un error al enviarte un mensaje con palabras tan raras, una actitud mezquina y desde luego descarada. Retándote a que vinieras y a que de una forma u otra me salvaras. Espero y de repente escucho tus pisadas, tu fría mirada me cala, me agarras del brazo y me haces daño pero no me quejo, tan solo te miro y te suplico con los ojos que te quedes, tú me das la espalda. ¿Por qué? Intento gritarte pero mi garganta está seca, mis labios comienzan a quemarse de la temperatura y claman que los tuyos lo protejan. No digo nada, tan solo te sigo con la mirada. "Sube" me retas, sabía que te referías a tu casa. ¿Para qué? me pregunto ¿para no aclarar nada? ¿para llorar, amargarnos y terminar llorando por estas bobadas que siempre pasan? giro la cabeza, tú me miras expectante con esa mirada que aún permanece en mi clavada "No puedo, ya casi me voy" sabiendo que la espera aún sería larga. Tú no sé qué mueca rara debiste poner, me soltaste tan bruscamente como iniciaste aquel roce y ya para entonces no me mirabas a la cara. "Quédate" me da tiempo a susurrar, pero tengo la sensación de que no habías escuchado nada.

Tan rápido como tus pasos anteriormente se acercaban, ahora se alejan a grandes pisotadas enfadadas y disconformes. Suspiro, no quería que me vieras llorar y por eso cuando giraba la mirada y te marchabas dos lágrimas saladas habían cruzado mi cara. Me enfadé con mi persona ¿Qué demonios haces? me dije, si casi no era nada.

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