1 Jul 2011

Hace dos meses que te fuiste y desde hace dos meses, salvo una postal en la que me comunicabas que todavía estabas viva, no he tenido noticias tuyas. Esta mañana, en el jardín me detuve largo rato ante tu rosa. Aunque estamos en pleno otoño, resalta con su color púrpura, solitaria y arrogante, sobre el resto de la vegetación ya apagada. ¿Te acuerdas de cuando la plantamos? Tenías diez años y hacía poco que habías leído El Principito. Te lo había regalado como tu regalo de notas. Esa historia te había encantado. Entre todos los personajes, tus predilectos eran la rosa y el zorro; en cambio no te gustaban el baobab, la serpiente, el aviador, ni todos esos hombres vacíos y presumidos que viajaban sentados en sus minúsculos planetas. Así que, una mañana mientras desayunábamos, dijiste: "Quiero una rosa". Ante mi objeción de que ya teníamos muchas, contestaste: "Quiero una que sea solamente mía, quiero cuidarla, hacer que se vuelva grande". Naturalmente, además de la rosa también querías un zorro. Con la astucia de los niños, habías presentado el primer deseo accesible y después el casi imposible.

¿Cómo podía negarte un zorro después de haberte concedido la rosa? Sobre este extremo discutimos largamente y por último, nos pusimos de acuerdo sobre un perro.

Leave a Reply

Subscribe to Posts | Subscribe to Comments