12 May 2012


Levanto mi maza contra el mundo, la maza de castigo y decepción. Ejerzo como una fuerza que absorve, dejo fluir mis pensamientos e ideales a través de ella. Someto, aplasto y detesto. Dejo sobre los hombros de más hombres lo que los míos no quieren gozar de llevar.

Mato, asesino y no me compadezco de mí y mis recuerdos, después.
Sonrío y salgo a la calle, miro a mi esposa y le vuelvo a sonreír. Ella es una buena mujer, una mujer que jamás se atrevería desobedecer mi palabra y que en cambio, hace lo posible por llevarla más lejos. Jamás me cansaré de pensar que es una buena mujer. Sabe planchar los calcetines de maravilla y también hace un guiso de calamar riquísimo, me da lo que le pido.

Sin embargo, ¡Pobres idiotas! Aquellos tontos que no se dejan doblegar por mi reinado, aquellos a los que nada le es suficiente e intentan salir a la calle, gritar y deneterlo. Jamás supe cómo ha de sentirse estar en lo alto, pese a intentarlo de buena gana tantas veces. Ahora lo sé.

Tengo las manos manchadas de sangre, las gotas fluidas y líquidas han manchado mi rostro y ropa también, pero sigo como siempre. Algunos dicen prepotencia y llenan sus bocas de palabras burdas que no entienden. Pero aún así, levanto mi maza de poder y orgullo sobre el mundo.

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