Perso Stella

Hace poco que te has ido y demasiado desde que no escribo. Siempre caigo en el mismo error de resignarme a decir que lo haré más a menudo y qué remedio, la gente no cambia. No sabe, no está ni estará hecha para el cambio, siempre quieren más de lo mismo y les da igual las consecuencias que eso traiga a sus vidas. El primero yo. Hace poco que te has ido y me has dejado vacío, pensando todavía en un futuro juntos cuando ahora nos falta un presente, y es curioso cómo se me anudan las palabras al pecho y encuentro tanta dificultad al expresar por palabras cómo es que me siento. Pero sólo siento que estoy hueco.

Probablemente te llevaste esa parte de mí contigo, junto a muchas otras cosas. No sé escribirte porque ya no sé cómo cantar a la vida que vivo y eso era la escritura para mí. Ahora esta voz está mal herida y sangra pero ya no tinta porque eso, como tu amor, también se ha secado. Sólo deseo que te hubieras ido haciéndome sentir tanta indiferencia que no hubiera sido una sorpresa tener que despedirnos. Pero me has dejado con tanto amor, dudas y miedos que sólo puedo odiarte por ello.

De verdad que lo siento, ojalá encontrar las palabras en el viento.

No sé por qué escribo siempre después de una larga temporada sin hacerlo. Sé que mi corazón necesita recordar cómo era expresar en palabras mi amarga mente, pero hace mucho que no leo y siento que he traicionado a esa parte de mí que no dejaba pasar una semana sin haber llenado de notas el móvil de escritos pequeños y tontos. He pasado por mucho en estos últimos dos años, he puesto un poco de orden en mi vida, o diciéndolo de otra manera, he empezado a vivirla. ¿Exagerado? No, si digo que acabo de empezar a vivir de verdad es porque he descubierto que yo también puedo ser feliz y eso para mí es un buen descubrimiento.

He tenido que despedirme de mucha gente en el camino y probablemente sea poca para a todas a las que deba decir adiós porque aún no he acabado de descubrirme y es lo que pasa cuando decides que tu propia felicidad va por delante de la del resto.

Me he enamorado por ¿primera? Vez en mi vida, yo, el ser humano que había perdido la esperanza de que también yo podía encontrar el amor verdadero, sí, ese mismo. No digo que no me haya costado trabajo, antes de hallarlo he tenido que pasar cuatro años de mi vida fingiendo ser alguien que no era y nunca había sido para complacer a mi ex-pareja, la mujer de la que a todo el que conocía, me hablaba mal. Luego supe por qué, es complicado vivir una relación tóxica en tus propias carnes y mucho más es hacerlo y saber qué es lo que está pasando a tu alrededor. No sé, yo al menos ahora admito que estaba muuy ciego, también engañado.

"Cada uno se siente como se siente" y aunque apenas había oído todo lo que había dicho con auténtica claridad y me había dignado a seleccionar algunas de las palabras que había oído, asentí con la cabeza porque hallé verdad en lo dicho. Y me sentí feliz, realizado, como se siente uno concluyendo una satisfactoria aventura... aunque la mía, después de recibir aquel papel que se posó amablemente en mis manos, no había hecho nada más que comenzar.

Cómo es que se puede sentir el mundo a tus pies y al mismo tiempo sentirse los pies siendo tragados por el mundo, cómo se puede sentir tan encontrado uno y al mismo tiempo, perderse en ese encuentro. Cómo alguien puede querer tanto a otro y a la vez odiarlo por sentirte amado, ser tremendamente poco elocuente, perdida, escabullida a los pies del triunfo, por ser apabullantemente hiriente, por ser alguien cuyo delito más grave fue haber embargado su habitación de oscuridad hasta bien entrada la tarde, por ser alguien que constantemente contempla la posibilidad de estar viviendo el final de cada cosa.

Cómo es que se puede ser alguien.

Hacía tiempo que no escribía, supongo que antes, cuando compartíamos cama, estaba en un bloqueo constante. Al principio, demasiado pronto a decir verdad, hacías que quisiera todos los días despertar, pero un poco antes del final ya no provocabas en mí nada especial, ningún hormigueo más que una rutina que cada día volvía a comenzar, la costumbre (probablemente) de atreverme a arrimar mis labios a los tuyos, no me quejaba, sin embargo, simplemente no cabía en mí ninguna gana de volver a recitar.

Eso ha cambiado ahora, admito, ligeramente o prudentemente, pero lo ha hecho. También pienso de la misma manera, pero diferente, he vuelto a enamorarme y sigo pensando y creyendo en las mismas trivialidades que antes me hacían sentirme desesperadamente diferente.

Ayer me sonreíste y en ti se encendió una luz,
brillante, amarilla, que me quebró hasta los huesos.
Ayer me sonreíste y en mí encendiste una luz,
muda e intensa, que me impregnó el corazón.

A la mañana siguiente,
quemaste en mí todos los restos,
lo salado en la misma medida que lo agrio,
que me amargaban y hacían solitario.

Ayer a la noche me enviaste tus dedos,
dulces y ásperos, que arañaron en mí los intentos,
las locuras, los perdidos sentimientos.

Ayer al igual que hoy me enciendes,
y puedo en ti buscar esa luz, ahora roja
al igual que mi corazón y tus labios.

Ayer me sonreíste e hiciste a mi mundo temblar,
que nuevamente, comenzase a vibrar.

Descansa estrella mía, deja ya de amar,
que el sentimiento, aún breve,
no te deja a ti pensar.

 Tal y como me abrazas, a ti me olvido. A tus brazos  y tus labios,  a tu sonrisa destartalada de brillantes dientes con suficiencia situados. A tu sentimiento sincero pues no es que en ti no abarque cuanto querer puedo y no que tus labios se cierren en el primer beso del primogénito encuentro.

Eres pequeña, formada por muchas cosillas chicas;
una serie de pequeñas pestañas en torno a tus pequeños ojos.
Unas pequeñas manos, unas uñas pequeñas con corazón arraigado
y pese a todo, ni mijilla de alma chica.
Un grandioso sueño.

Colección de treinta días, desperdigados a puro azar.
Echados sobre hojas blancas y condenados a olvidar el recordar.

Qué harás, pequeño soldado,
cuando ya no puedas caminar,
cuando tus botas ya no se impregnen
ni de arena ni bondad.
Me pregunto qué harás pues,
si tus pies pararán o si por el contrario,
testarudos y degenerados, comienzan en ti a trazar.
Una carretera, soldadito, donde ya no existirá ninguna paz.
Así que dime, hombrecillo,
qué es que harás cuando ya no puedas caminar.
A caso, dime, te resignarás a olvidar?
No lo hagas, corazón mío, no dejes a tu cabeza reinar,
si eso sucede probablemente no importe más la humanidad.
Así que descansa, soldado, deja los dedos respirar,
póstrate sobre la arena y olvídate a la mar.

Una vez me dijeron que el amor es como una llama,
una inextinguible, fiera llama.

En ocasiones yo también fui capaz de creérmelo,
la rocé entre los dedos,
la amé, aprendí a jugar con fuego.

Ahora que esa llama se apaga,
ya achicharrada,
en el último de sus suspiros aún amo
y casi ya me muero.

Fue siempre una Galaxia,
y yo no tenía
Permitido tocar las estrellas.

Siempre me enamoraré de palabras,
Y no de hechos.
Siempre querré que te hundas en amor,
Y no en recuerdos.

Morirás enfermo de amor, tal así como mueren los perros.

Esta noche pediré más estrellas al cielo.
 Esta noche por fin conoceré a Dios.
 Esta noche dejarán de existir los mitos,
noche de oriente,
santa noche,
adiós.

Y al final, así como al principio, dejaré de respirar. Flotaré, como lo hace la carne muerta sobre el agua salada y cuando lo haga olvidaré todo el odio, el amor inmerecido y las bonitas palabras basadas en malos actos.
Sentirme culpable por decidir una vez hace tiempo hacerte mía, es todo cuanto puedo hacer.

He vuelto a ser testigo de mis caídas, a dejar que alguien más las contara. He vuelto a ser una persona mala, incapacitada a ser merecedora de amor alguna. He fallado, he caído.

Tengo que acabar.

Había una vez una ciudad en la que todos aquellos que la habitaban, se habían convertido en bestias.