Archive for 04.11
Siempre
Siempre he querido ofrecerte disculpas; por lo que hice, por las cosas que aún ahora hago y que sé que te lastiman.
Es por eso que me daban miedo las críticas que siempre hacías hacia mi. Después de todo quiero expresarte mi gratitud por encontrarme y por todas las cosas que has hecho por mi. Pero en cambio yo no puedo darte lo mismo y aún así...
¿Me atrevo a desear que te quedes siempre a mi lado?- 0 Comments
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Me gusta cada una de las partes de ti
- Una vez hace algunos meses en una de esas largas conversaciones telefónicas que solíamos tener mientras yo permanecía tumbada en la cama escuchando con una sonrisa de idiota tu voz al otro lado de la línea, solté como una boba "Oye, ¿qué te gusta más de mi?" Citaste muchas de las cualidades que dices tengo y que yo no encuentro pero sin embargo tú no me cuestionaste lo mismo y la respuesta quedó rodando en mi mente.
Si tuviera que elegir algo que me gustase de ti más que el resto sin duda serías tú, ¡Hasta el más mínimo y remoto átomo que compone tu persona! Hasta los últimos pensamientos o sentimientos. Me encantas porque justo eres tú. Estaría en un problema si me preguntases algo así porque... no podría evitar echarme a reír y soltar alguna oración sarcástica que hiciera así evadieses el continuar insistiendo. Por primera vez me dejarías sin palabras y si contestase, sabría que mi pregunta no te sería suficiente.
¿Qué me gusta de ti? Me gusta desde que te frotes ligeramente la mejilla cuando te aburres hasta que me pockees sin razón alguna y te repudie golpeándote en la misma espinilla de siempre. Me gusta que me mires como si yo fuera el más famoso cuadro de un renombrado museo hasta fundirte en mi mirada y avergonzarme haciendo que te insulte y me muera por dentro. Me gusta... que me roces con los dedos con tanto cuidado como si fuera a romperme y que esperes hasta el más pequeño de mis detalles. Me encanta que digas que no eres frágil y que yo también te lo diga y al rato, acabemos abrazadas y llorando como idiotas. Me gustan tus besos, claro; como tu lengua busca infraganti la mía y yo te complazo abriendo la boca. Me gustan tus ojos de color avellana como los míos, porque sé que en ello siempre existirá ese brillo de esperanza.
Me gusta que seas como un niño, que siempre por ese motivo acabe por quejarme y mandándote a callar y yo me ría. Me gusta cuando te enfadas, cuando me río y no puedes evitar soltar una carcajada y olvidar los problemas. Me gusta cuano me llamas, con esa vocecilla que siempre espero escuchar hasta en la última parte de mi alma. Me gustan tus labios, aún si se queman en inviernos adoro repasarlos con la lengua para humedecerlos levemente. Me gustan tus celos, aquellos que hacen que el entrecejo te forme arrugas en la cara cuando te digo que alguien me ha guiñado un ojo por la calle. Me gusta tu sonrisa, porque claro; ¡Cómo no amarla! haría cualquier cosa porque siempre sonrieras.
Me gustan muchas facetas tuyas, las buenas y sobre todo las malas. Porque me doy cuenta de que estoy ahí, que tú estás conmigo y podemos ayudarnos. Que estamos juntas, que nos amamos. - 0 Comments
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Salida
Sabía que le amaba desde el momento en el que aquella maldita tierra le había arrancado de sus brazos. Los labios del menor estaban secos y su cuerpo destrozado en tierra de nadie. Se oía una voz, un lamento de voz agravada, el suspiro de un hombre al que aquella otra persona le hacía frente sin saber a qué se enfrentaba. No había nada que hacer, el hombre tirado en aquel suelo era un patán, había perdido todo lo que una vez hubo tenido. En su cara de idiota se desdibujaba una sonrisa. El otro le miraba a la cara como si fuera el último gesto del mundo que fuera a dedicarle al chiquillo que disfrazaba sus lágrimas de lluvia.
En aquel momento ambos estaban solos y desencantados de su propio encanto.- 0 Comments
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Adiós
Cuando te diste la vuelta mis verdes ojos buscaron en ti una respuesta. Tu no dijiste nada, te mantenías distante, con los ojos clavados en el suelo. Aún el eco de las palabras huecas impactando precipitadamente sobre las pareces de cemento resonaban dentro de mi cabeza. ¿Te ibas? ¿a dónde? ¿nos dejabas? Y si era así ¿por cuánto tiempo? ¿para siempre? ¿qué te habíamos hecho? ¿me odias? Acaso... ¿Ya no me quieres? Y si el amor se había apagado tan de repente ¿Desde cuándo que había pasado eso? Tantas, tantísimas preguntas se sucedían en mi cabeza mientras tu mirada permanecía gacha y yo perecía tan firme que no pude darme cuenta de cuán angustiado debería verme en aquel momento.
- Estoy cansado del grupito de chiquillos y las canciones de amor. - Esbozaste, manteniendo el temple que habías intentado forjar desde tu juventud. Me mantuve firme, revolviendo mis dedos entre los pantalones grises que cubrían mis piernas. Miraste de repente, dejaste de buscar algo en las baldosas del suelo para clavarte en mi mirada angustiada. Solté un quejido, intentaba aparentar ser fuerte y no arrepentirme de arrugar mis pantalones con los dedos pero tu fija mirada me hacía quedar al desnudo. Me sentí más solo que nunca; podía alcanzarte y rozar tu mejilla con la punta de mis dedos si quería, pero no quise y de repente te encontré demasiado lejos.
- Dí mi nombre. - Exigí, con la esperanza de escuchar la aterciopelada voz de tres tonos más altos que la mía propia. Cerré los puños ciñéndome ante la esperanza de escucharte decirlo. Desde el principio esperaba tantas cosas de ti que sabía jamás ibas a poder darme. Te devolví la mirada, decidido, esperando que fueras valiente y negaras mi petición. Por un momento el silencio hizo que me arrepintiera de mis palabras. - John. - Supliqué con los ojos brillantes por lágrimas que amenazaban con salir. Moví los dedos impaciente, sintiendo el tacto textil de la seda gris por debajo de estos.
Tragué nervioso un par de veces, sentía como si en mi garganta hubiese una enorme esponja que comenzara a absorber cada recoveco de saliva en mi boca.
- Paul, se acabó. - Te escuché suspirar y un enorme cubo de agua fría rellena con sentimientos me golpeó en la cabeza, empapándome de soledad. Cerré los ojos aterrado por lo que vendría después y al abrirlos, las traviesas lágrimas derramaban mejilla abajo. Tapé mi rostro con el puño de la camisa celeste que llevaba aquel día, mojándola en el acto. - John... John - Supliqué, arrugando el entrecejo y frotando mis ojos para que dejasen de salir aquellas malditas gotas de mis ojos. Tu mirada se transformó en una mueca de lástima. - No, no John... Quédate por favor, como siempre ¡Ringo, George, tú y yo! - Trágicamente miraste hacia otro lugar, amedrantando mis palabras con tus firmes ojos castaños. - No, Paul. - Pausaste y cuando lo hiciste, te encontré seleccionando las palabras más fáciles de pronunciar, entonces continuaste. - Hace tiempo que ese nosotros desapareció. Ahora mi nosotros está con Yoko y conmigo, no quiero tener nada que ver con los Beatles. - Bajaste la cabeza, aún si todavía me mirabas y yo buscaba en tus ojos un rastro de tristeza por murmurar aquello en voz baja. Mi mirada atónita te llegó y entonces quisiste apartar tus ojos de los míos verdes.
- ¡Mírame John! ¿Cuándo fue que te volviste así? Es que acaso... ¿Ya sólo somos un pasaje más en tu vida? es que... ¿Ya no me quieres más, John? - Callé rápidamente intentando corregir el dolor en mis palabras y la metedura de pata al decir algo que realmente no planeaba decir. - Éramos un equipo. - Añadí y de nuevo llevé el puño de mi camisa a mis ojos para limpiar el rastro de lágrimas.
De repente me di cuenta que si no te detenía ibas a irte para siempre. decir que en lo primero que pensé cuando la idea de que te ibas fue en cómo me afectaría, podría sonar algo egoísta. Sin embargo fue lo primero que hice cuando tus entrecerrados ojos castaños traspasaron mis defensas. Dí varios pasos hacia atrás, lo último que quería en aquel momento era verte directamente a los ojos, quería perderte de vista. ¿Pensabas en ella cuando me besaste por primera vez? era imposible, fue hace demasiado tiempo, además de tan sólo ser una prueba para comprobar cómo sería dar un beso a alguien de tu mismo sexo. Un juego, un roce inocente que no iba más allá de los labios. Cuando me dijiste todo aquello pensabas en no hacerme daño escogiendo cada una de las palabras lo mejor que podías para así no hacerme daño pero ¿es que acaso no ves lo miserable que soy ahora, en este momento? No hay nada que pueda hacer, para que te comas tus palabras.
- Esta broma no tiene gracia, John. - Me enderecé, intentado que mi voz no pareciera quebrada. - Tú nos quieres; A Ringo, George - Hice una pausa demasiado larga, quizás temiendo decir el nombre, mas sin embargo añadí - Y... Y a mi... - Murmuré ya, sin poder evitar a contraerme levemente por algunas lágrimas que salían sin permiso. - Paul, éramos compañeros y nada más. Nunca existió un sentimiento más allá de la rivalidad y el compañerismo. Sólo jugamos un poco y esto acaba aquí, jamás fuiste mi amigo, es asunto tuyo si malinterpretaste mis intenciones. - Sentenciaste y yo me quedé sin nada más que decir.
Quería acercarme y golpearte, habías herido mi orgullo y mis sentimientos, cortante y recto; de la forma más cruel. Me negué a mi mismo el hacerlo y dándome la vuelta supuse que había terminado todo lo que una vez, por remoto que fuera podría haber sido. Fue la última vez para muchas cosas; para verte sonreír, para decir que te alejases, para cantar junto a ti en el mismo micrófono haciéndole los coros a George, para ver la cara de decepción de George y Ringo cuando Yoko entraba a interrumpir las grabaciones y a quejarse por nuestras canciones, para escuchar como nos dejabas por los suelos protegiéndola a ella, para llorar por ti y que sería la última vez que hubiéramos cantado moviendo la cabezas como tontos y sonriendo.
De repente me di cuenta que me enfrentaba a millones de personas y que lo último que dije como portavoz de lo que una vez fuimos fue una mentira más de las tantas que nos llegamos a sentenciar.
"Ayer, todos mis problemas parecían tan lejos. Ahora parece que están aquí para quedarse"
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Sonrisas.
Lo sabía y aún pese a saberlo, aún pese a haberlo sabido durante todo aquel tiempo, no había hecho nada, absolutamente nada para evitarlo. Simplemente había decidido que si era una realidad a la que no pensaba hacerse a la idea, estaba bien. Más sin embargo también sabía que estaba solo en aquello y que aquella simpleza, le llenaba de amargura.Él era el mejor mentiroso del mundo, ¿Sabían? Era de esa clase de personas a las que no le importa decir algo que no fuera cierto en el momento si luego más tarde se veía capaz de corregirlo, era alguien sin conciencia. El mejor mentiroso del mundo era alguien frío e ilógico; Era lo que intentaba aparentar. Pero por aquello mismo era un simple estúpido que llenaba su cabeza de ideas equivocadas. Tenía amigos, pero unos que no conocían quién era y que solo lo apreciaban por quién intentaba ser.Supongo que quizás os haréis una breve idea, el hacerte creer a ti mismo que eres alguien que no eres, el llevar una mentira tan lejos que incluso tú mismo seas capaz de creértela. Él lo sabía, pero estaba perdido en ella. Era, por decirlo de algún modo; Demasiado tarde como para darse cuenta de que esta ya no formaba parte de su realidad. Alguien así de débil, se derrumba tan solo con la más sincera de las sonrisas; Porque él era un falso.Así pues, sin haberlo previsto, había visto la sonrisa más hermosa y sincera que en su vida, se había colado. Así, de la nada y de la persona que menos esperaba. Era obvio que después de aquel acto, venía el beso culminante, de la manera en la que lo hizo, como una luz eternamente potente. La ambición de aquel roce lo volvió salvaje y fue entonces, que cuando los delicados roces tímidos se hicieron más fogosos y pasionales, comenzó a sollozar.Él no era ni frío ni tan siquiera ilógico; Era una persona cálida pero sola, eternamente abandonada que tenía miedo de estarlo. Tampoco era ilógico, sus ojos eran como un libro abierto, uno de muchas páginas y sin ningún dibujo que te hiciese la lectura llevadera, pero uno en el que alguien al fin, quiso leer. Su mirada se hallaba cubierta de emociones, por completo, las lágrimas que caían eran de mil y un color y eso, las hacía negras. Porque lloraba con tenebrosa perdición e inevitable felicidad, hacía que la situación se volviera ambigua y que la persona que la observaba, se sintiera ansiosa.Él, que era un patán y un cobarde. El mejor mentiroso del mundo, finalmente bajó la cabeza y sonrió, una de sus sonrisas más honestas y hermosas, la más brillante aún si sus ojos cargaban millones de lágrimas. Se dio la vuelta y caminó, de espaldas al mundo. Más sin embargo aquella persona, la más tiritante de las estrellas, susurró su nombre. Su mundo se detuvo, retrocedió segundos y volvió a avanzar a cámara lenta, y entonces lo entendió.Las palabras se escapaban entre sus labios y aquellas palabras, se desvanecieron en el frío invierno.- 0 Comments
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