4 May 2012

Bajo la funcionalidad absurda de la desesperación y el orden del desorden que nos une. Bajo las estrellas brillantes y nocturnas, palpitantes que el cielo omnisciente detiene. Sobre tu mirada, sobre las sonrisas y los gestos. Sin ceder ante el posible encuentro que posiblemente no se de; nos olvidamos.

Agacho la mirada y dejo de observarte. Hace dos años que nos conocemos y hace tan poco que podemos lucirnos de hacerlo, que me mata. Sueño que dejo de dormir y te veo, aunque en la realidad apartaría el gesto y dejaría de hacerlo; pero en mi sueño me miras, clavas tus pupilas en las mís y me preguntas cosas con los ojos, cosas que no entiendo y me aterro de la posibilidad del hecho de que quizás debiera saberlo.

Entonces despierto, ya no son dos años simples y curiosos de encuentros, ha pasado casi una decena de ellos y aún en tu mirada busco y hallo cosas indescriptibles. Me encuentro algo perdido y no puedo preguntar por dónde debiera salir, qué debiera hacer para liberarme o si realmente estoy retenido en este sitio.

A veces yo también me pregunto muchas de las cosas que probablemente tú te preguntes. ¿Qué soy? ¿Qué eres para mí? ¿Qué somos? Y si ese es el caso, si lograse hallar respuesta para las dos primeras preguntas; ¿Podría decirse que somos? Porque si no fuera así e hiciera tiempo que dejamos de serlo, no hay motivo por el que ahora, al abrir los ojos, te vea tumbado con gesto sereno sobre mi almohada.

Así que ahí me encuentro. En una especie de repetición de situaciones incómodas y momentos de infarto. Fijando como blanco de mi mira a tus castaños.

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