23 Aug 2012


¿Dónde ibas, tan cargada de ti misma? Que en las noches más intensas, apareciste frente a mis ojos, con encanto y un manto blanco sobre los hombros. Misteriosa muda traicionera, que en noches como esta te escapaste de mi cariño inexorable. Muchacha agraciada, ¿Qué llevas en aquella cesta de armiño? Porque estoy casi segura de que no podría ser tu niño. Pero... ¡Ay, chiquilla! Que me traes engañá, entre el casi y el segura, pude escuchar. Si me mintiera ahí mismo, no podría aclarar pero con certeza, yo te puedo asegurar; ahí se escucha una niña con la voz hipá, rezumando desde infinita tristeza un cántico tratando de simular, las viejas nanas gitanas que tu abuela te sabía susurrar.

¿Cómo pensar que has sido tú? Ay, mi niña gitana, si a mis ojos no eras nadie más, una de tantas. Te me meces como el viento, con la cara resguardá. Tapá con un pañuelo viejo repleto de agujeros, te vendes al olvido. Como viejo amigo, miras sus ojos cansados y te ciernes a la nada. Caes, perezosa niña gitana, caes y rompes tus alas.

 ¿Cómo saber que eras tú, la que no sabía agitar las alas? Ahora ya rotas, lamento no haber hecho nada. Niña, la cesta de armiño se rompe y se quiebra, pero tranquila, la niña ya no simula siesta y ya puedes respirar, que se te escapa dentro de la sombra de lo que alguna vez tú supiste dar. Ahora ya no se escuchan lágrimas derramar y el llanto de cuna ya no vuelve a sonar jamás.

Dime, niña gitana, ¿A caso podremos vernos de nuevo mañana? Ten cuidado con las riendas, no tropieces y no caigas.


Leave a Reply

Subscribe to Posts | Subscribe to Comments