Archive for 2013

Liar.

    • Y al final, así como al principio, dejaré de respirar. Flotaré, como lo hace la carne muerta sobre el agua salada y cuando lo haga olvidaré todo el odio, el amor inmerecido y las bonitas palabras basadas en malos actos.
      Sentirme culpable por decidir una vez hace tiempo hacerte mía, es todo cuanto puedo hacer.
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Gnomos Galácticos.

    • Me cogiste de la mano y me llevaste un montón de lejos, era culpa mía y sólo mía el haber confiado en ti ciegamente desde el primero de los principios y eso es algo de lo que pese a lo que nos suceda, no me arrepentiré.

      Éramos personas chiquitillas y solitarias en un  mundo donde los gigantes y las supernovas eran los héroes. "Cazadores de estrellas" como título provisional por encima de nuestras cabezas. Viajeros del espacio, adultos con complejo de enano. Éramos pequeños diminutos maduros con la orden de soportarlo.

      Guerras intergalácticas y zombies atontados habían a montones por todos lados. Nosotros los enfrentábamos porque éramos héroes de tamaño mediano. Pero los gigantones y las voraces estrellas ni siquiera nos hacían caso.
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Tic Tac, Tic Tac.

    • El reloj se detiene ante mi atenta mirada, castigándome por haberle contemplado quizás por demasiado tiempo. Tic tac, sin embargo mi cabeza lo escucha, mi cuerpo lo siente y no lo deja escapar. Tic tac, el reloj desmiente declarándome víctima del tiempo sonar. Tic tac, tic tac.
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Silencio.

    • Tres meses desde mis últimas palabras, tres muertes sin siquiera esperanza. Tres tal cual número de caídas, de espadas, de espinas. Dolor acurrucado entre los dedos que ya no envían fuerza a través de números sin medida. Dolorosa cantidad de silencios.

       He buscado inspiración en canciones con ritmos pausados y acelerados, he encontrado pasión en unos ojos castaños. Aquellos ojos castaños hay veces que me encuentran lejos, más de lo que mis pies por si mismos podrían situarse. Hay veces que me desespero.

      Solía tener miles de notas cibernéticas apuntadas en la memoria de mi teléfono pero una vez ellas se fueron, yo me tomé unas vacaciones demasiado largas. En esta ciudad donde todos son bestias, yo finjo ser el único cordero.

      Probablemente mi vida esté destinada al drama.
      Ya no quiero escribir.
      Qué haré cuando eso también se acabe para siempre.
      ¿Qué?
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Oda a la derrota.


    • Jamás habría pensado que el desenlace del camino fuese junto a ti, tumbados en una cama al borde del fin del mundo. Seguir a partir de este punto sería traicionarte, abandonarte aquí sería desertar las posibilidades románticas que tenía este pequeño amor esperanzado en partir a lo largo de una ciudad demasiado muerta en busca de algo de vida y sólo hallar derrota. Derrota que escapaba despedida por cada uno de los agujeros de bala que provocaban los fascistas en aquellos que no ocupaban los mismos ideales de dominio.

      Nosotros que bajo el yugo de aquella voz aguda sentíamos verdadero miedo. Nosotros que sentíamos el horror de los gritos de aquellos como nosotros que decidían morir con la cabeza alta antes que arrodillados. Nosotros que éramos tontos y jóvenes, yo que intentaba ser un poeta sin versos y tú un hombre de entendimiento.

      Ahora veo tu cadáver ahí, dulcemente reclinado sobre la paja y la piel de vaca disecada que aún huele a podrido. Eduardo, mi Eduardo, mi dulce niño con orgullo de cien hombres, hemos perdido la guerra. Yo he perdido, pero pudiera haber vencido.

      Hoy te he besado, Eduardo. Por vez primera te he besado. Casi olvido mis labios de no usarlos, qué terrible desdicha, ¡estabas tan frío!

      Me muero, Eduardo y siento que te he fallado. Cómo olvidar a Góngora y a Garcilaso cuando lo único que me quedaba para velarte era poesía. La derrota causa olvido, Eduardo y tú has muerto buscando victoria pero yo... yo moriré derrotado.
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Notas en una agenda.




    • 13/03/2013

      La primavera llega azotándose como la mano, 
      la que coge la flor y a su vez espera.
      Primavera, nerviosa nos devuelve
      flores de loto y semillas durmientes.
      Primavera, como amante risueña devuelve,
      lo que otoño robó en uno de sus dejes.

      04/03/2013

      Que tras levantarme me observas como nunca antes lo has hecho. Echándome en cara haberte dejado sola demasiado tiempo, cuando para mí no hubo lapsos sino copas mal bebidas en una noche de encuentros. Sin embargo y pese a mis disculpas sé que no existe un "lo siento". Son cosas que hago sola, ni siquiera me percato de ello y te quejas y yo tuerzo la boca hacia dentro porque sé que hablar no sirve de nada y dejo el hueco entre tus siseos para hacerme un poco que he muerto.

      Es cierto lo que dices o quizás no del todo, quién sabe ya eso. No dejo de repetirme que para ti, tu esperanza en mí ha muerto. Y quiero tantas cosas... Oh dios, quiero besarte la boca, decirte una vez más que lo siento. Si tan sólo, si únicamente supieses cuantísimo te quiero. Mi corazón, que por ti siente, ahora se halla sin anhelo.

      28/02/2013

      Lo quiere así de firme, como el mundo, danzando sobre sus dedos. Describiendo con pasión, el color de sus besos, queriendo hasta agotar el deseo.
      Soñando dejas de esbozar con los dedos palabras que danzan como gélidos inviernos. Tú, que gimes como si se te fueran esos sentimientos, que lloras y recriminas mis besos.

      22/02/2013

      Estaba oscuro y tal como se cernió la mañana sobre las casas blancas, tú sobrevolaste el alba.

      19/02/2013

      Despierta, vida mía. Despiértate encontrando bajo el hechizo de tus verdes ojos una ciudad bajo tus pies rendida. Despereza tus brazos como si quisieras abrazar el cielo y bosteza, bosteza y grítale a todas esas personas son ahora tan como antes éramos tú y yo, que se conviertan en gigantes.

      19/02/2013

      Dulce estupor del mar,
      ruego por que no me causes más lágrimas a mi pesar.
      Ruego por que concentres en mí tu amar y que a la mañana,
      cuando no podamos aguantarlo más,
      te cueles entre mis blancas sábanas y te dejes abrazar.

      15/02/2013

      Las sonrisas ya no eran más que eso, sino que con delicadeza; como la caída del rocío sobre la hierba, como cuando sobre mi hombro tú te quedabas dormida, así y no de otra manera, acababas con los grandes años de amor. 

      Porque no nuestro, sino de otros, serán las historias, los besos y los bailes sin ritmo ante la mirada de los gramófonos rotos.

      02/01/2013

      ¿Tienes miedo de dormir? No... no, tengo miedo de soñar. Tengo miedo de despertarme -de tener que vivir-, de recordarte, de quererte hacer feliz cuando tú ya no quieras y/o no estés. Tengo miedo de decepcionarte, de no ser capaz de cumplir tus expectativas, tengo pavor de tus numerosas, hirientes pero adorables mentiras, de tus "te quieros" que suenan falsos y ocupan el hueco de los silencios, de tus ojos que descubren en mí, sentimientos que aún tengo.
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Cajas.


    • Algún día creo que empezaré a guardar las cosas que ya no necesito recordar en alguna caja, como hago con los tickets, con las cañitas de todos los bares a los que voy, con los pines que tomé prestados para siempre, los bolis gastados que me dedico a morder en clase. Bueno, con esas cosas. Y que, con el tiempo, me iré olvidando de que existo y posiblemente también a todas esas cosas que ya estaban en la caja mucho antes de que canse y cuando necesite relajarme un poco, les de por comerse entre ellas; lo que me proporcionará más y más tiempo para dedicarme a mis particulares vacaciones mentales. Ya todo me dará igual porque ya nada será lo de antes.

      Pero algún día en que me dará por pensar fríamente como a veces me da, me arrepentiré de que algún día me dio por ir dejando parte de mí en una caja. Al abrirla, me daré cuenta de que lo poco que queda y ya no me parecerá tan memorable, ni tan especial, ni tan nada. Y todo por vaciarme un poco. Un poco más que por completo.

      ¿Merecerá entonces la pena sentirme tan desnudo solamente por un olvido de tantos que he llegado a sentenciar ya? 

      Dime, porque sé que después de todo el tiempo, de aquella vez que partí y tú que me estabas viendo no pensaste en hacer nada para detener mis pasos, sólo observabas con descuido mis zapatos carcomidos, con lástima porque ya me había ido. Alfred, pienso que si aquel día yo no hubiese tirado aquel arma al suelo, si tan sólo me hubiese mantenido apuntándote decidido, con la lluvia cayendo para fingir olvido, aún estarías dependiente de estas manos mías arrugadas, de una nación vieja. 

      Eres un país ahora, quizás escucharas mis lamentos mientras me alejaba por un mundo que no era capaz de decir nada. Pero es tarde ya, ¿no?
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La canción de su vida

    • Entonces sonaron un par de notas... tan suaves como el aire de la primavera en la mañana, y tan hermosas como el espectro de la luz blanca. Sentiste la triste canción que cantaba aquel hombre hasta el fondo del corazón y de tus ojos manó el sentimiento desesperado de estar sin estar, de amar sin ser amado y el despertar a una realidad no idílica, distópica, que se asomaba a tus deseos en una lágrima de sal. Tus ojos se apagaron un momento y... Silencio... Sólo hubo silencio por espacio de un tiempo, en el que tus ojos se fueron a otro mundo, otro universo aún más real que este en que estás viviendo; te perdiste en el silencio y... al despertar, el hombre te habló y te dijo el nombre de la canción, la canción de tu vida.
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Utopía


    • De cada día un sueño que termina,
      el silencio de respuestas que terminan en sonrisas
      que desprecias.
      De cada llanto un sueño que termina,
      en brasas de dolor intenso,
      en almas desaparecidas
      e infortunio eterno.
      De todo sueño un sueño que termina,
      un espacio vacío de mentes intelectuales
      que superan la pasión,
      que controlan al gigante al que llamo corazón.

      Pero el sueño sigue
      y es mejor desaparecer en la augusta noche de la soledad,
      en medio del campo de los sueños sin cumplir,
      a la mirada de los felices que,
      en abundancia,
      se burlan de nefastos personajes que corren en la noche,
      noche de sal, noche de frío de un verano inaccesible,
      en el que no queda más que llorar.
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Fin de la inspiración


    • ¿Sabes?, en esa época escribíamos impulsados por el temor de que descubrieran lo que significaba aquello que expresaban nuestras palabras, no por dinero o fama, lo hacíamos por ese impulso secreto y atractivo que tiene el misterio, lo prohibido... Nadie debía saber lo que sentíamos y nuestra lucha era por llegar a los que se sintieran como nosotros, pasando desapercibidos. En aquel entonces escribíamos por necesidad, no por placer.


      Es una lástima que de repente todo se acabe, ella volvió, tras tanto tiempo en el extranjero y con ella los besos y las caricias, las noches alocadas, los bares caros y los tragos baratos de una barra libre en la mitad de la noche. Las conversaciones perdieron su significado y... bueno, ya no tuve que pensar en escribir, no lo necesitaba. Tristemente fue la época más feliz de mi vida, aunque también la más deprimente: no podía hilar una miserable frase porque vivía a plenitud, pero eso me causaba descontento. A lo sumo hice un par de sonetos que han de estar en algún lugar de su cuarto.


      Recuerdo bien que no eran así las cosas cuando se fue. En aquel entonces estábamos aún soñando, jurándonos lealtad eterna y amor romántico, leyendo versos de Goethe y Benedetti; ella era Laura y yo Santomé. No importaba nada, todo era hermoso, hasta la distancia, que se mostraba como una prueba del destino para lo que sería un amor de novela. Nos dolía saber que nos alejábamos. Su mirada triste me conmovía hasta las lágrimas. Pero habríamos de salir avantes y era lo más importante.


      Allá iba Laura, la que admiraba mi simple coraje de quererla...


      Cada noche, abríamos el chat para contarnos las historias cotidianas y las estúpidas observaciones que teníamos durante el día, jugábamos a armar juegos de palabras con lo que el otro decía y también nos enviábamos fotos de alguna reunión, de alguien nuevo en la familia, de lo que pasaba y de lo que no... siempre jugando a mostrar una sonrisa disfrazada de las palabras más hermosas de nuestros diccionarios... o eso creía...


      Cada noche iba a dormir dejándole un poema, una carta, un cuento, un par de palabras que salían de lo más profundo de mi corazón-cerebro para hacerla feliz. Pero la distancia empezaba a matarme, extrañaba sus besos, su mirada brillante, su mano sobre mi cabello. No era lo mismo sentir el viento si no estaba a mi lado.


      Intenté comentarlo con mis padres, pero decían que al sentirme así actuaba con egoísmo, que debía dejar que las cosas corrieran por su cauce natural y que lo mejor era que esperara; reprochaban mi actitud, despreciaban mi soledad. Entonces empecé a escribir, no sólo a escribirte, sino a hacerlo para mí, para calmar mi necesidad: para desahogarme y lograr algo de tranquilidad. Para poder dormir sin ti.


      Veía que cada cosa que escribía era bella y lo empecé a mostrar. Mis amigos me alentaban a crear más, sentía que las palabras salían como si una voz me las dictara. Aparecían como imágenes, o como susurros en mi oído derecho; mis manos se deslizaban solas por el teclado y era yo el instrumento de alguna divina voluntad, de la que salían cuentos, poesías, escenas o frases ligeramente ingeniosas. De repente no importaba nada más... por eso comencé a mostrarme.


      Aunque la seguía extrañando, había hallado alegría en mi soledad. Había hecho de mi tristeza un remedio eficaz, una forma de vida, una artimaña contra la soledad, contra la desdicha de saber que pasaría tiempo antes de volvernos a encontrar. Publicaron algunas de mis cosas en revistas de estudiantes, en periódicos culturales y en un par de publicaciones especializadas, las personas empezaban a reconocerme...


      Luego ella volvió. Nos vimos en el aeropuerto. Había tanta gente que apenas vi lo cambiada que estaba: llevaba un peinado nuevo. Tras una semana de silencio me escribió, me invitó a verle. Nos encontramos en un bar. Había cambiado tanto que apenas recordaba cómo era; me costaba pensar que era la misma persona que se había despedido llorando, jurando que jamás me dejaría de amar...


      Terminamos, dijo que la relación a distancia había sido un completo fracaso, que había conocido a otros, que quería explorar y explorarse, conocer sus límites, tener nuevas experiencias, pero que jamás me iba a olvidar (claro que no lo dijo con esas palabras, como muchas, ocultó su verdad y dejó lo nuestro diciendo que seguiríamos siendo amigos, que si necesitaba algo no dudara en avisar...). A esto siguió un nuevo período de melancolía, nostalgia y soledad. Era tal mi tristeza que quería dejar de soñar, dejé de vivir por un tiempo, me alejé de la ciudad y comencé a divagar. Cada noche me sentaba en la escalera de la casa a pensar en lo que había hecho mal y de cada reproche una historia empezaba a estructurar. Así fue como llegué a escribir todos los días, sin parar. Había noches en que pasaba en vela, días en que no comía, en que dejaba de trabajar por exorcizar todo el dolor que sentía. Fueron historias que perdurarán.


      Después de un tiempo volvimos, aún no sé cómo y a veces me pregunto el por qué. Evidentemente no fue lo que yo esperaba. Todavía soñaba con esas tardes saliendo a pasear, con las películas en casa y con las cartas bajo la puerta contándonos los sueños. Pero para ella no había más que fiestas, comidas caras y desabridas, y un sexo tan malo que dejaba sin ganas de más. Se notaba que ya no existía un ambiente propicio entre los dos. No hubo más poesía para ella, ni palabras dulces...


      Mi mediocre felicidad fue el desencadenante de la más profunda depresión en que había estado sumido a lo largo de tanto tiempo: dejé de escribir y moría por ello. Luego de volver a terminar, intenté regresar a ese inicio, a tomarla de inspiración para mis personajes, a sacar de mí todo lo peor para hacer lo mejor de mi escritura, pero no funcionó, era como si con ella se hubiese ido todo el deseo o la inspiración. Como si no hubiese algo para contar... Cabe añadir que, tras todo ese tiempo, logré darme a conocer entre algunas personas, sabían lo que escribía y les gustaba; incluso a mis padres les terminó por agradar. Así que tampoco tenía algo para ocultar.

      Tras estos acontecimiento mi prosa decayó, empecé a vagar buscando el aroma prohibido de la inspiración; que pensé encontrar en mi miseria y buscándola dejé atrás todo lo que me rodeaba. Pensando en que me veía influido por los autores que leía dejé de leer, creyendo encontrar en la naturaleza las palabras para describir y describirme... grave error.

      Después me encontraron, pero estoy seguro de que los busqué y me dejaron acá, en medio de estos jardines con gente que grita y que sabe más de la vida que yo. Trato de aprender de lo que escucho. Lo único malo son tantos antidepresivos y esas pastillas recubiertas de plástico duro y con líquido por dentro, ácido valproico, que por su tamaño se hacen difíciles de tragar...


      ¿Sabes?, cuando no sufro del dolor en el estómago, o el causado por el estreñimiento, temblor en las manos o una forzada y anestesiada indiferencia frente a todo, completamente racional, trato de volverme a encontrar, quizás así logre escribir, una vez más.
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Última carta de amor.

    • Te dejo ir no porque no te quiero, sino porque te quiero lo suficiente. Conté muchos días y doblé todas sus noches, en pensarte y recordarte y extrañarte y querer olvidarte, en iglesias y albercas y billares y tequila. Hubo una historia completa entre los espacios que nos sobraban de vida, donde el inicio fue muy corto y el final fue muy amargo, y el acabar de cada capítulo me dejó siempre sin aliento. Al terminar te quiero como te quise cuando empezó todo, y te regalo cada suspiro y cada lágrima y cada sonrisa y cada latido y cada abrazo y cada mañana de esperar tu llegada. Te dejo ir porque hay alguien más que te espera, y puedes llevarte todo lo que me diste para dárselo a ella. Yo estaré bien, yo aprenderé a soltarte persona a persona en cuyos ojos quiera encontrarme con los tuyos. Y habrá un día en que ya no te estaré sujetando en ninguno de mis pasos, y me bastará haber vivido sólo y todo lo que me tocó vivir contigo. Te dejo ir para que te vaya muy bien sin mí, porque algún día volveremos a encontrarnos y te quiero encontrar feliz.
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