Archive for 2011

Ratón Ahogado

    • Y en tus ojos me perdí, porque eran infinitos.

      Como un ratón, estos eran pequeños y agudos y dentro de ellos podía observarse el miedo, corriendo de un lado a otro en el interior de esos ojos y te veía a ti, que parecías realmente inmune y fuerte para demostrar que en realidad te morías de miedo y eso me hacía sentirme asustado también. Yo no sabía a qué le temías, pero el profundo sentir del inminente final acercándose era incierto. Me pregunto si aún recuerdas esos besos, si sentiste el primero como un final y el segundo como la partida hacia esa carretera rocosa infernal hacia lenguas de fuego, las mismas que yacían enroscadas a los brazos de nuestro pequeño amor desde hacía tiempo, aunque nunca se sintiera así.
      También me preguntaba constantemente tu nombre entonces, pero ya no; porque sé que tú siempre serás tú y nadie más.

      No supe nunca si fuiste tú el que se puso aquel mote de ratón, ni por qué, pero quizás fuera porque estabas asustado y vagabas sin saber a dónde o te gustaba esconderte, o quizás el hecho de sentirte solo o incluso fuera sólo un capricho, quién sabe. Sólo sé que no pude sacarte de mi cabeza desde aquel día de mi cumpleaños, en Septiembre, cuando aquel curioso huracán tocó tierra. Recuerdo haber escuchado tu voz menuda con mucha claridad, también evoco a veces tu mano abarcando mi cuello sin ninguna delicadeza y la sensación plena de mi corazón gemir en mi pecho con pesadez.

      Amor, ¿Qué era el amor? Puede que nunca lo supiese o quizás sabía que era todo el tiempo, no estoy seguro pero supongo que amor es eso que utilizas de escusa para englobar todos los millones de cosas que te hace sentir alguien. Si no me equivoco, estoy seguro de que en ese caso te amo como nunca jamás he amado a nadie antes y aunque ahora este sentimiento agujeree mi pecho, sé que una vez estuvo bien amarte, pero ya no lo sé; porque aún si este amor aún achicharra mis entrañas, no tengo idea de si está bien sentirlo.

      Creo que soñé, lloré y me arrepentí muchas veces por su culpa antes de decidirme a escribir esto, pero hoy estoy aquí para que sepas algo, algo que probablemente ya sepas y deseo que evoques. ¿Recuerdas cuando estábamos refugiados al borde de un mundo real y otro inventado? En ese sótano que guardaba millones de libros. Yo recuerdo el momento de una de esas innumerables noches en la que con voz teatral, como sólo tú sabías poner, sostuviste un libro entre tus manos y me leíste Hamlet por primera vez, o la primera vez que vi volar tus dedos sobre ese finito teclado de piezas marfiles blancas y negras, creando unas melodía y unas danzas hermosas, o las cenas que hacías, que pese a no ser generosas, eran un manjar. Incluso las cosas más simples, como el trecho del mercado al sótano, caminando en silencio con el frío invierno calando nuestros huesos y la mullida nieve bajo los pies.

      O cuando huías de mis palabras cuando yo trataba de acercarme y saber más de ti, incluso cuando te veía luego de tomar un baño, cuando te soltabas el pelo y de tu cuerpo emanaba hacia el techo el vapor. Tengo también algunos malos recuerdos, sin duda... Pero ni por asomo tienen ni la mitad del peso de los buenos, así que aún si está ahí, no se siente como tal.

      Así que me despido, espero que te lleguen mis palabras y que este humilde deseo se lo lleve el viento.

      Te estaré esperando, toda la vida si es necesario.
      Con amor, Shion.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

/Entre estas paredes\

    • Despertó viendo su silueta en el espejo. No era ese tipo de despertar de levantarse de una larga siesta o de dormitar, no... Había abierto sus ojos y despertado, estaba ensoñado con aquella imagen que le miraba expectante, como si allí se estuviera dando el más importante y raro hecho del mundo, en ese mismo instante.

      Levantó un poco la vista, se sentía algo fatigado, miró hacia el techo. Hacía tiempo que no ingería comida alguna y aquel reflejo lo sabía muy bien, estaba casi huesudo, los dedos que antes solían ser rechonchos y rosados ahora eran pálidos y muy delgados. Su cara también había cambiado, en lugar de aquella sonrisa optimista de siempre, estaba una extraña mueca indescriptible. Quizás mirando a sus ojos podría saberse qué pensaba o cómo se sentía pero sus verdes, siempre alzados ahora estaban decaídos y a penas podía mirarse en aquel lugar tan oscuro. El pelo, rubio cenizo desde siempre, ahora parecía más castaño que dorado... Era como si se hubiera convertido en otra persona, él no se hacía caso de lo que aquel reflejo quería decirle.

      Gritos, lágrimas. Despierta.

      Abrió los ojos con más fuerza al tiempo que una lágrima corría por su mejilla, aún se atormentaba por el hecho de haberlo perdido, aún se culpaba por haberle hecho todo lo que al principio había soñado hacer cada noche mientras se mantenía preso bajo su cautela.

      Estaba un poco perdido. Ya saben, esa sensación de ver por ti mismo que todo lo que temías y esperabas que llegase en un futuro muy, muy lejano se había presentado e ido al instante sin solo dejar una nota. Aún recordaba su cara, no lucía miedosa, pero lágrimas parecían acumularse tras los cristalinos que nunca se cerraron por si mismos. Le echaba un poco de menos, por eso recordaba terriblemente su rostro, aquellos ojos abiertos y mirada amable. Aquella sonrisa que se borraba por si misma.

      - Es como si al cielo nocturno en una ciudad iluminada, le quitaras las únicas estrellas que brillan. Estaría solo. -Escuchó a su lado. Reconoció aquel tono superior y listillo y volvió la cabeza al instante, pero allí no había nada, estaba un poco agitado y sentía como el corazón le bombeaba con grata fuerza.

      Sus hombros se sentían pesados. Antes él solía llevar una vida normal, salía a cumplir con su papel de empleado asalariado, iba a comer con sus amigos... Quería muchísimo a su esposa e hijo. Pero ahora, su mirada se mantenía fija en aquel cristal, que le devolvía el gesto con desprecio.

      ¿Hacía cuánto que se había convertido en aquello? No lo sabía, había perdido la cuenta de los años que llevaba dentro de aquel lugar sin otra tarea más que complacer y admirar a escondidas a la persona que ahora se yacía tirada en el suelo con su gesto sonriente y mirada perdida. Comenzaba a desprender un olor repulsivo, pero no le importaba permanecer allí mientras estuviese a su lado.

      Una vez leyó en un libro en el que un tarado secuestraba a un niño, como se sucedían las estaciones, noches y días y el pequeño se iba volviendo cada vez más atraído por aquel hombre maldito. Era llamado Síndrome de Estocolmo, creía. En aquel entonces, su reacción de parecerle horrible y antinatural aquello había sido de lo más común, pero ahora él el que estaba en aquella situación.

      Le echaba un poco de menos... Añoraba sentir sus manos recorriendo con crudeza su cuerpo desnudo. Sentirle profundizar su interior sin la más mínima piedad. Estaba un poco confuso y ya no sabía si sentir aquello estaba bien o mal. Cerró los ojos y sus rodillas automáticamente golpearon el suelo.

      Las pastillas que encontró en el botiquín de detrás del espejo del cuarto de baño superior estaban haciendo su efecto.

      - ¿Oigan? -Golpeó alguien la puerta. Escuchó como seguían gritando desde fuera, eran demasiado ruidosos. - ¡Abran la puerta! -Escuchó de nuevo, aunque ya no muy bien, seguido de un golpe que sí pudo detectar. Alguien corrió deprisa hacia sus pies, pareció resbalarse un poco, al abrir un poco los ojos vio la cara de horror de aquel hombre. Llevaba puesta una gorra de policía, con cuadros blancos y negros. No distinguía muy bien su rostro, pero un gran mostacho negro tapaba parte de su labio y nariz.

      Alguien más se colocó a su lado, escuchó el sonido de las pisadas por todo el cuarto. Aquel hombre del gran bigote y él no estaban solos, concluyó.

      -Oh dios mío... -Murmuró alguien horrorizado. - ¿Cómo alguien así ha podido hacer semejante cosa? - Quería saber si se trataba de él, por lo que decían aquellas cosas. Es cierto que su condición física no era la más óptima y que tal vez le faltaban músculos, pero no había nadie más en aquel lugar así que se sintió algo ofendido.

      Gruñó, ya no sentía las fuerzas, pero no fue escuchado. En cambio el hombre del gran bigote negro se quitó de su alrededor y pudo contemplar borrosamente como iba junto a otro que apuntaba algo sobre una libreta.

      - Ese hombre que está ahora tirado en el suelo fue secuestrado hace cuatro años, su esposa era gran amiga de la mía. Lo buscamos muchísimo tiempo, pero ni huella... Parece mentira que esto sea posible. -Escuchó un largo suspiro, pero la misma voz grave y ronca sonó de nuevo, llenando el lugar con sus palabras. - Su ropa está llena de sangre, o lo que queda de ella... A simple vista parece un crimen pasional, la víctima del secuestro aún respira. - Parecía ser que aquel que decía conocerle era el mandamás del lugar, los pasos se aceleraban cada vez que esa grave voz hablaba. - Tómale una muestra biológica a la víctima para el tanatólogo. Oh, y también llama a un ambulancia. -Concluyó y pareció que el ambiente tenso de la sala se hacía más soportable, dejaban su propia vida a algo casi sin importancia, pero ya no le importaba demasiado continuar viviendo.

      Alguien le sujetó la cabeza una vez más. Sonrió con lo que le quedaba y abrió los ojos. -Buenas noches, Tim. -Aquella voz calurosa de siempre, sintió como unos labios le besaban sin permiso la frente.

      - Buenas noches, John. -Respiró y su vista terminó por deshacerse. Se sentía desfallecer, tenía mucho sueño, cerró los ojos de nuevo.

      - Es como si al cielo nocturno de una ciudad iluminada por focos, le quitaras las únicas estrellas que brillasen. Estaría solo. -Murmuró el moreno acariciando sus hombros. El fuerte olor a tabaco mentolado se azotaba contra su nariz.

      - Pero yo no voy a irme nunca -Murmuró una vocecilla, al tiempo que echaba la cabeza hacia detrás y se posaba sobre quién lo sujetaba.

      - Lo sé. - Murmuró la voz y después de aquello, las manos gentiles se volvieron toscas y le envolvió una vez más en uno de aquellos besos que tanto le habían terminado por gustar.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Difuso.


    • - ¿Somos novios?- Susurró, cuestionando lo que ya hacia tiempo que venía planteándose y ladeando muy levemente la cabeza hacia un lado, esperó una respuesta.

      Podemos ser lo que tu quieras. Puedes ser... -Empezó a enumerar con tono suave el chico de gafas con montura negra.- Mi amante. Mi juguete. Mi esclavo. Mi sirvienta. Mi profesor de matemáticas. Mi masajista. Mi cantante de rock favorito. Mi nana. Mi mascota. Mi mejor amigo por siempre... -Le miró con una sonrisa soñadora.- Pero eso no cambiará lo muy enamorado de ti, que estoy en este momento.

      - Creo que me quedo con dos de ellas, no creo poder dividirme en tantas partes para ser todo eso y... Las matemáticas se me dan de pena. - Rió, aferrándose a aquel sentimiento.
      El de gafas rectangulares se sonrojó como en los viejos tiempos, cuando le sintió tan cerca. Y viendo que su familia se había alejado más rápido que ellos, perdiéndose en el estacionamiento, se atrevió a girarse un poco hasta tomarlo de la cintura. Lo miró de frente y le llenó la cara de besos mientras lo atraía más y más, hasta que luego. Coloradísimo, prefirió separarse y asentir. Había estado emocionado. Lo había levantado del suelo para tener control en esas mejillas que había cubierto de caricias.

      Llovía, le encantaba la lluvia y todo era...un sueño. Demasiado largo y entrañable.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Tu ed io.

    • - Yo he estado enamorado.
      - ¿Ah sí? ¿Y qué se siente?
      - Algunos dicen que sientes como el suelo desaparece debajo de ti, pero para mí, fue como si de repente,
      supiera que el suelo estaba ahí, podía sentir todo el planeta bajo la suela de mis zapatos.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

La historia del Príncipe.

    • -Lo siento.
      -No me interesan tus disculpas.
      -¡Lo siento!
      -Puedes ahorrártelas.
      Era de noche, Lily llevaba puesta una bata, estaba de pie con los brazos cruzados frente al retrato de la Señora Gorda, junto a la entrada de la torre de Gryffindor.
      -Si he salido es porque Mary me ha dicho que amenazabas con quedarte a dormir aquí.
      -Es verdad. Pensaba hacerlo. No quería llamarte sangre sucia pero se...
      -¿Se te escapó? - No había una pizca de compasión en la voz de la chica. -Es demasiado tarde. Llevo años justificando tu actitud. Mis amigos no entienden siquiera que te dirija la palabra. Tú y tus valiosísimos amigos mortífagos... ¿Lo ves? ¡Ni siquiera lo niegas! ¡Ni siquiera niegas que es a eso a lo que todos aspiráis a ser! Estáis deseando uniros a Quien-tú-sabes, ¿Verdad? - Snape abrió la boca, pero volvió a cerrarla-. No puedo seguir fingiendo. Tú has elegido tu camino y yo he elegido el mío.
      -No... Espera, yo no quería...
      -¿No querías llamarme sangre sucia? Pero si llamas así a todos los que son como yo, Severus. ¿Dónde está la diferencia?
      Snape no encontraba palabras, y ella, con una mirada de desprecio, se dio la vuelta y se metió por el hueco del retrato...
      Entonces el pasillo se disolvió, y la escena volvió a deformarse.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Feliz 4 de Julio.


    • Así que ¿Cuánto tiempo hace ya?
      Oh sí, si mi memoria no me falla hace 234 años que te apartaste de mi lado para ser considerado un igual.
      Y también hacen 481 años en los que mi corazón no ha dejado de latir por ti un solo día.
      ¿Son muchos años? 
      Siempre estuvimos destinados a encontrarnos, a que por esas llanuras en las que el viento susurraba, se escapasen nuestras almas y pensamientos. ¿Me mentiste alguna vez? Claro que lo hiciste, cuando eras pequeño, claro. Muchas veces solías decir que permaneceríamos juntos hasta siempre, aún si estábamos seguros desde el primer día que seríamos separados cruelmente. 
      Ahora estás de pie junto a mí en una foto, ambos con algunos años menos y una amplia sonrisa y no puedo evitar que por mi mente rueden los recuerdos y por mis mejillas las lágrimas.
      ¿Piensas en mí ahora mismo?
      Porque deberás estarlo pasando realmente bien sin mí en tu glamourosa fiesta repleta de países a los que consideras tus amigos. Claro que también me invitaste, te gusta pavonearte y aún sin saberlo, hacer lucir todo realmente cruel.
      No puedo parar de mirar ese pequeño cuadro de plata muy fina, aquel que siempre guardo boca abajo sobre la mesilla y aquel que me arrepiento de levantar siempre.
      Luces genial, realmente nunca has dejado de lucirlo.
      ¿Cómo podría decirte yo eso a la cara?
      No es algo que me pegase decir y a ti escuchar.
      Hace mucho tiempo que llevo arrastrando la tradición de quedarme en casa completamente deprimido y bebiendo el día en el que la persona más importante para mí en el mundo cumple años.
      ¿Patético?
      ¿Qué si te digo que en mi mente aún las gotas de lluvia impactando sobre el pavimento resuenan en mi cabeza?

      Arthur Kirkland.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Donde el corazón te lleve.

    • Hace dos meses que te fuiste y desde hace dos meses, salvo una postal en la que me comunicabas que todavía estabas viva, no he tenido noticias tuyas. Esta mañana, en el jardín me detuve largo rato ante tu rosa. Aunque estamos en pleno otoño, resalta con su color púrpura, solitaria y arrogante, sobre el resto de la vegetación ya apagada. ¿Te acuerdas de cuando la plantamos? Tenías diez años y hacía poco que habías leído El Principito. Te lo había regalado como tu regalo de notas. Esa historia te había encantado. Entre todos los personajes, tus predilectos eran la rosa y el zorro; en cambio no te gustaban el baobab, la serpiente, el aviador, ni todos esos hombres vacíos y presumidos que viajaban sentados en sus minúsculos planetas. Así que, una mañana mientras desayunábamos, dijiste: "Quiero una rosa". Ante mi objeción de que ya teníamos muchas, contestaste: "Quiero una que sea solamente mía, quiero cuidarla, hacer que se vuelva grande". Naturalmente, además de la rosa también querías un zorro. Con la astucia de los niños, habías presentado el primer deseo accesible y después el casi imposible.

      ¿Cómo podía negarte un zorro después de haberte concedido la rosa? Sobre este extremo discutimos largamente y por último, nos pusimos de acuerdo sobre un perro.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

El encanto de la muerte




    • La oscuridad no molestaba a Kenth.
      Se pasó la mayor parte de su vida en la oscuridad y, lo que es más importante, infinidad de vidas en el más allá.

      Una vida… bah. 
      Los de sangre caliente se mueven en lapsos muy escasos.

      Kenth apenas podía recordar sus primeros años en las Islas de la Sombra, contando con diligencia los días que pasaban, luego los meses, luego los años. Cuando las paredes interiores de su cueva no fueron más que una tormenta de líneas torcidas, dejó de llevar la cuenta. Contar los días de la muerte era tan absurdo como contar las respiraciones en la vida. Se preguntó, brevemente, cuántas vidas habría contado… Pero no era más que otro ejercicio inútil.

      El canto de los grillos penetró en sus pensamientos. Era el tipo de sonido que, lentamente, te aparta de toda meditación y que, si te concentras en él, se convierte en una locura; más vidas a las que les va llegando la hora, buscando un propósito, como llamas bailando alrededor del carbón.

      El olor de la tierra húmeda lo recibió como a un viejo amigo, expandiéndose a su alrededor. Kenth evaluó el entorno.

      Estaba de pie, entre hileras de lápidas que se extendían en todas direcciones, sin fin visible. El aire estaba cargado de una intensa calma, tal y como caracterizaba a los lugares que unían la vida y la muerte. Era una cualidad que impregnaba cada centímetro de las Islas de la Sombra, aunque la vida hacía tiempo que había abandonado sus costas. En alguna ocasión, Kenth había pensado que esos jardines de muerte fresca eran como grumos atragantados en la garganta de la existencia, un lugar incómodo en el que se contemplaba el cruce.

      Ahora, simplemente se preguntaba por qué había un cadáver allí.

      El cuerpo estaba tirado en un carro, junto a una nueva tumba aún sin nombre. Los cadáveres no le molestaban, más bien al contrario. La perspectiva de acomodar almas a través de los muchos escalones de la muerte era una de las pocas emociones de las que podía disfrutar un enterrador de las Islas de la Sombra. Pero destacaba el hecho de que los cuerpos muertos rara vez se presentaban ellos mismos para su funeral.

      Hubo una época en la que Kenth se hubiese cuestionado esto, en la que hubiese intentado identificar el cadáver, hablar con la familia, asegurarse del nombre y otras cuestiones pertinentes que se grababan en la lápida. Ahora, simplemente, metió la pala en la tierra, feliz de haber acabado con los fantasmas de la curiosidad.

      Con cada palada, Kenth notaba cómo florecía en él un sentimiento de remordimiento. En cierto modo, estaba bajo su encantamiento. Las emociones eran el licor de los vivos. Cuando uno cumple su tercer o cuarto siglo como no muerto, el recuerdo de las emociones es ya tan borroso que uno se pregunta por qué debería molestarse en recordarlas. Es aquí donde tiene lugar la desconexión entre los de sangre caliente y los no muertos. Un enterrador tiene un programa que seguir y los sangre caliente están absurdamente vinculados a sus vidas, incluso a pesar de las décadas de preparación para lo inevitable. Es, a fin y al cabo, lo inevitable.

      Kenth había intentado llegar a un acuerdo una o dos veces, enterrar a gente viva para que pudiesen saborear sus preciosas vidas hasta el último momento; pero el resultado era un dolor de cabeza el doble de grande y nadie apreciaba nunca sus esfuerzos.

      Para cuando hubo cavado el agujero, la mente de Kenth se sumió en una sombría ilusión. Por razones que no podía comprender, este entierro significaba algo. Al mismo tiempo, deseó que durase para siempre y que se acabase lo antes posible.

      La última opción parecía la más práctica. Empujó el cuerpo al hoyo, sin ceremonias, y luego bajó para doblarle los brazos y colocarlo de una manera más o menos digna. Había algo extrañamente familiar en el cadáver. De todas las caras que había enterrado, de aquella infinidad de caras, que a estas alturas ya le parecían todas iguales… ¿Por qué esta parecía diferente?

      Salió del hoyo y lo miró por última vez. Llevaba siglos sin hacerse preguntas sobre la vida de uno de sus cadáveres, pero no podía evitar las sensación de trabajo incompleto que emanaba de este. Justo cuando se estaba preparando para echarle la tierra encima a la tumba, resbaló. La pala cayó en el hoyo.

      Kenth no había soltado su pala… nunca. Asustado, saltó a por ella, pero resbaló de nuevo. La tierra que había amontonado junto a la tumba empezó a caer sola, una avalancha no provocada. Kenth intentó frenéticamente retenerla, pero la tierra pasaba a su alrededor sin problemas. Miró hacia abajo y, por fin, lo comprendió.

      La pala descansaba sobre el cadáver, sujeta bajo sus brazos cruzados. La cara, esa cara que debería haber reconocido, era la suya propia. Era la cara de la inocencia, la esperanza y la tristeza. Era una cara al principio de su viaje, convencida de haber visto el final.

      Y Kenth ni siquiera pudo reconocerla.

      La tierra caía como un torrente, ya había tapado completamente el cuerpo y los últimos restos de la cara iban desapareciendo. Kenth se metió en el hoyo y empezó a sacar la tierra frenéticamente. Ese movimiento le era extraño; estaba completamente perdido sin su pala.

      Cuando el ultimo trozo de tierra se detuvo, Kenth estaba enterrado hasta los hombros. Hasta donde le alcanzaba la memoria, nunca había sentido nada tan intenso, y mucho menos esa tristeza implacable.

      “¿Por qué quieres desaparecer, Kenth?”.

      Miró hacia arriba. Un hombre estaba de pie ante él, con una túnica, algún tipo de mago. La cara estaba oculta.

      “¿Quién eres?”, preguntó Kenth.

      “Trabajo para algunos peces gordos, eso es todo cuanto necesitas saber”.

      “Ahora mismo no me importa. Quiero ese cuerpo”.

      “El cuerpo no es real. Está sacado de tus recuerdos. Un espejismo. Normalmente, estaría de pie aquí, con la cara de alguien que antaño hubieses conocido, pero parece que has olvidado a todo el mundo”.

      Kenth pensó sobre ello. Debía de ser verdad.

      “¿Por qué quieres desaparecer?”, insistió el hombre.

      “Quiero hacer… algo más. Quiero recordar… y ser recordado”. Kenth se sentía como si algo le estuviese moviendo la lengua. Había agua en su cara.

      ¿Qué es esto? ¿Qué está ocurriendo?

      “Podemos ofrecerte esa oportunidad, Kenth, pero necesitamos saber algunas cosas sobre ti”. La voz nunca titubeaba.

      “¿Sobre qué?”.

      “Sobre de dónde vienes”.

      “No lo recuerdo”.

      “No hablo de tu lugar de nacimiento. Me refiero a las Islas de la Sombra”.

      Kenth dejó que las palabras resonasen en el aire.

      “Muy bien”.

      “¿Es agradable desnudar la mente?”

      El hombre había desaparecido antes de que Kenth pudiese contestar. Kenth se sentía muy solo, aunque en algún lugar de su consciencia, estaba emocionado.

    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

33cl


    • Ya no recuerdo el motivo que me hizo enamorarme de ti. No tengo ni idea y si me pongo a repasar un posible motivo no soy capaz de encontrar algo más que lágrimas. Siempre dijiste que el amor duraba para siempre, quizás otros no pero que el nuestro sí lo haría. Sin embargo, incluso el nuestro llegó a verse afectado por el tiempo. Él fue quién lo carcomió como una polilla alimentándose de pelusas en un ropero viejo. Él fue quién como fuego, quemó y arrasó con todos aquellos sentimientos.


      Desgastado, ahora está desgastado. Aún somos capaces de mirarnos, de sonreírnos e incluso con toda la falsedad del mundo, decirnos que nos queremos. Pero no es más que una burda parodia de nosotros, que ya no somos los mismos.

      Parecía ayer cuando te conocí. Fuiste mi amigo y para serte sincero no hubo nunca más que aquello. Quizás en algún punto la amistad se disfrazó de amor y entonces fue cuando como un odioso niño con un precioso juguete nuevo, nos besamos y fuimos novios. Éramos felices, o quizás eso era lo que queríamos aparentar ante los ojos del mundo.

      Vivimos escondidos, como ratas. Teníamos miedo, miedo de que alguien nos descubriera, miedo a no poder estar nunca más juntos. Pero con el tiempo, aquel miedo se convirtió en morbo o quizás fue el comienzo de desgaste de una pieza rota en nuestra increíble relación. Éramos tontos, jóvenes. Y a nuestro corazón le dio la tentación de enamorarse.

      Después llegó la primera mentira piadosa, la más inocente de todas. La que más duele al ser descubierta. Debo admitir que jamás desconfié de ti, quizás tú tampoco de mi y aquello fue nuestro mayor error. Habían dudas, dudas pequeñas, cuestiones que soportan no ser resueltas, pero con el tiempo fueron preguntas, preguntas dolorosas, respuestas hirientes que se clavaban en lo hondo.

      Soportamos aquello. Nos queríamos, podíamos perdonarnos una vez tras otra. Lo resolvíamos todo con un beso, un manoseo; Tu mano que recorría mi espalda, mis labios y mi lengua que buscaban los tuyos y ser enroscada, aquel movimiento exasperante de nuestros cuerpos desnudos, desesperados por resolver algo que ya no tenía solución.

      Éramos amigos. Lo éramos en un principio y ante los ojos del mundo no fuimos nada más. A ti aquel hecho te dolía y yo que era consciente no hacía nada por resolverlo. Quizás nunca me di cuenta de cuánto te quería. Pero ya sabes lo que dicen.

      Ahora todo aquel amor, todo aquel rencor y el dolor profundo que penetraba como una bala de acero en el corazón. Toda la bola enorme de sentimientos que tragábamos una vez tras otra, después de cada una de las discusiones que manteníamos. Todo aquello, ya... No es nada. Se ha juntado todo, con aquello hemos hecho un muro de recuerdos y sentires y con todo el pesar y cansancio del mundo, hemos decidido romperlo.

      No siento nada. Incluso ahora si alguien me preguntase si te continúo queriendo, no sabría que decir. No contestaría con un no rotundo, puede que lo hubiera hecho tiempo atrás pero ahora ya no. Tampoco diría que , pues no me veo capaz de poner en mi boca más palabras que no son ciertas.

      Nada, es eso lo que siento. Siento por ti tan poco, que acallaría rotundamente mis labios rosas si alguien preguntara por ti. Por primera vez, siento que sería la última y única vez que nos corresponderíamos en algo.

      Incluso la más flamante llama se apaga.
      Noah.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

¿Sabes?


    • Recién me he dado cuenta que yo jamás seré capaz ni mucho menos de causar en ti ni una mísera sensación de las que él te provocó. Aún me pregunto por qué recuerdas hasta una cosa tan tonta de la que no puedes deshacerte y de lo último que me dijiste al recordarle.

      Curioso, ¿Verdad? He sido tan tonto.
    • 0 Comments
    • Tag :
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Siempre


    • Siempre he querido ofrecerte disculpas; por lo que hice, por las cosas que aún ahora hago y que sé que te lastiman.
      Es por eso que me daban miedo las críticas que siempre hacías hacia mi. Después de todo quiero expresarte mi gratitud por encontrarme y por todas las cosas que has hecho por mi. Pero en cambio yo no puedo darte lo mismo y aún así...
       ¿Me atrevo a desear que te quedes siempre a mi lado?
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Me gusta cada una de las partes de ti

    • Una vez hace algunos meses en una de esas largas conversaciones telefónicas que solíamos tener mientras yo permanecía tumbada en la cama escuchando con una sonrisa de idiota tu voz al otro lado de la línea, solté como una boba "Oye, ¿qué te gusta más de mi?" Citaste muchas de las cualidades que dices tengo y que yo no encuentro pero sin embargo tú no me cuestionaste lo mismo y la respuesta quedó rodando en mi mente.

      Si tuviera que elegir algo que me gustase de ti más que el resto sin duda serías tú, ¡Hasta el más mínimo y remoto átomo que compone tu persona! Hasta los últimos pensamientos o sentimientos. Me encantas porque justo eres tú. Estaría en un problema si me preguntases algo así porque... no podría evitar echarme a reír y soltar alguna oración sarcástica que hiciera así evadieses el continuar insistiendo. Por primera vez me dejarías sin palabras y si contestase, sabría que mi pregunta no te sería suficiente.

      ¿Qué me gusta de ti? Me gusta desde que te frotes ligeramente la mejilla cuando te aburres hasta que me pockees sin razón alguna y te repudie golpeándote en la misma espinilla de siempre. Me gusta que me mires como si yo fuera el más famoso cuadro de un renombrado museo hasta fundirte en mi mirada y avergonzarme haciendo que te insulte y me muera por dentro. Me gusta... que me roces con los dedos con tanto cuidado como si fuera a romperme y que esperes hasta el más pequeño de mis detalles. Me encanta que digas que no eres frágil y que yo también te lo diga y al rato, acabemos abrazadas y llorando como idiotas. Me gustan tus besos, claro; como tu lengua busca infraganti la mía y yo te complazo abriendo la boca. Me gustan tus ojos de color avellana como los míos, porque sé que en ello siempre existirá ese brillo de esperanza.

      Me gusta que seas como un niño, que siempre por ese motivo acabe por quejarme y mandándote a callar y yo me ría. Me gusta cuando te enfadas, cuando me río y no puedes evitar soltar una carcajada y olvidar los problemas. Me gusta cuano me llamas, con esa vocecilla que siempre espero escuchar hasta en la última parte de mi alma. Me gustan tus labios, aún si se queman en inviernos adoro repasarlos con la lengua para humedecerlos levemente. Me gustan tus celos, aquellos que hacen que el entrecejo te forme arrugas en la cara cuando te digo que alguien me ha guiñado un ojo por la calle. Me gusta tu sonrisa, porque claro; ¡Cómo no amarla! haría cualquier cosa porque siempre sonrieras.

      Me gustan muchas facetas tuyas, las buenas y sobre todo las malas. Porque me doy cuenta de que estoy ahí, que tú estás conmigo y podemos ayudarnos. Que estamos juntas, que nos amamos.
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Salida


    • Sabía que le amaba desde el momento en el que aquella maldita tierra le había arrancado de sus brazos. Los labios del menor estaban secos y su cuerpo destrozado en tierra de nadie. Se oía una voz, un lamento de voz agravada, el suspiro de un hombre al que aquella otra persona le hacía frente sin saber a qué se enfrentaba. No había nada que hacer, el hombre tirado en aquel suelo era un patán, había perdido todo lo que una vez hubo tenido. En su cara de idiota se desdibujaba una sonrisa. El otro le miraba a la cara como si fuera el último gesto del mundo que fuera a dedicarle al chiquillo que disfrazaba sus lágrimas de lluvia.

      En aquel momento ambos estaban solos y desencantados de su propio encanto.
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Adiós



    • Cuando te diste la vuelta mis verdes ojos buscaron en ti una respuesta. Tu no dijiste nada, te mantenías distante, con los ojos clavados en el suelo. Aún el eco de las palabras huecas impactando precipitadamente sobre las pareces de cemento resonaban dentro de mi cabeza. ¿Te ibas? ¿a dónde? ¿nos dejabas? Y si era así ¿por cuánto tiempo? ¿para siempre? ¿qué te habíamos hecho? ¿me odias? Acaso... ¿Ya no me quieres? Y si el amor se había apagado tan de repente ¿Desde cuándo que había pasado eso?  Tantas, tantísimas preguntas se sucedían en mi cabeza mientras tu mirada permanecía gacha y yo perecía tan firme que no pude darme cuenta de cuán angustiado debería verme en aquel momento.

      - Estoy cansado del grupito de chiquillos y las canciones de amor. - Esbozaste, manteniendo el temple que habías intentado forjar desde tu juventud. Me mantuve firme, revolviendo mis dedos entre los pantalones grises que cubrían mis piernas. Miraste de repente, dejaste de buscar algo en las baldosas del suelo para clavarte en mi mirada angustiada. Solté un quejido, intentaba aparentar ser fuerte y no arrepentirme de arrugar mis pantalones con los dedos pero tu fija mirada me hacía quedar al desnudo. Me sentí más solo que nunca; podía alcanzarte y rozar tu mejilla con la punta de mis dedos si quería, pero no quise y de repente te encontré demasiado lejos.

      - Dí mi nombre. - Exigí, con la esperanza de escuchar la aterciopelada voz de tres tonos más altos que la mía propia. Cerré los puños ciñéndome ante la esperanza de escucharte decirlo. Desde el principio esperaba tantas cosas de ti que sabía jamás ibas a poder darme. Te devolví la mirada, decidido, esperando que fueras valiente y negaras mi petición. Por un momento el silencio hizo que me arrepintiera de mis palabras. - John. - Supliqué con los ojos brillantes por lágrimas que amenazaban con salir. Moví los dedos impaciente, sintiendo el tacto textil de la seda gris por debajo de estos.

      Tragué nervioso un par de veces, sentía como si en mi garganta hubiese una enorme esponja que comenzara a absorber cada recoveco de saliva en mi boca.

      - Paul, se acabó. - Te escuché suspirar y un enorme cubo de agua fría rellena con sentimientos me golpeó en la cabeza, empapándome de soledad. Cerré los ojos aterrado por lo que vendría después y al abrirlos, las traviesas lágrimas derramaban mejilla abajo. Tapé mi rostro con el puño de la camisa celeste que llevaba aquel día, mojándola en el acto. - John... John - Supliqué, arrugando el entrecejo y frotando mis ojos para que dejasen de salir aquellas malditas gotas de mis ojos. Tu mirada se transformó en una mueca de lástima. - No, no John... Quédate por favor, como siempre ¡Ringo, George, tú y yo! - Trágicamente miraste hacia otro lugar, amedrantando mis palabras con tus firmes ojos castaños. - No, Paul. - Pausaste y cuando lo hiciste, te encontré seleccionando las palabras más fáciles de pronunciar, entonces continuaste. - Hace tiempo que ese nosotros desapareció. Ahora mi nosotros está con Yoko y conmigo, no quiero tener nada que ver con los Beatles. - Bajaste la cabeza, aún si todavía me mirabas y yo buscaba en tus ojos un rastro de tristeza por murmurar aquello en voz baja. Mi mirada atónita te llegó y entonces quisiste apartar tus ojos de los míos verdes.

      - ¡Mírame John! ¿Cuándo fue que te volviste así? Es que acaso... ¿Ya sólo somos un pasaje más en tu vida? es que... ¿Ya no me quieres más, John? - Callé rápidamente intentando corregir el dolor en mis palabras y la metedura de pata al decir algo que realmente no planeaba decir. - Éramos un equipo. - Añadí y de nuevo llevé el puño de mi camisa a mis ojos para limpiar el rastro de lágrimas.

      De repente me di cuenta que si no te detenía ibas a irte para siempre. decir que en lo primero que pensé cuando la idea de que te ibas fue en cómo me afectaría, podría sonar algo egoísta. Sin embargo fue lo primero que hice cuando tus entrecerrados ojos castaños traspasaron mis defensas. Dí varios pasos hacia atrás, lo último que quería en aquel momento era verte directamente a los ojos, quería perderte de vista. ¿Pensabas en ella cuando me besaste por primera vez? era imposible, fue hace demasiado tiempo, además de tan sólo ser una prueba para comprobar cómo sería dar un beso a alguien de tu mismo sexo. Un juego, un roce inocente que no iba más allá de los labios. Cuando me dijiste todo aquello pensabas en no hacerme daño escogiendo cada una de las palabras lo mejor que podías para así no hacerme daño pero ¿es que acaso no ves lo miserable que soy ahora, en este momento? No hay nada que pueda hacer, para que te comas tus palabras.

      - Esta broma no tiene gracia, John. - Me enderecé, intentado que mi voz no pareciera quebrada. - Tú nos quieres; A Ringo, George - Hice una pausa demasiado larga, quizás temiendo decir el nombre, mas sin embargo añadí - Y... Y a mi... - Murmuré ya, sin poder evitar a contraerme levemente por algunas lágrimas que salían sin permiso. - Paul, éramos compañeros y nada más. Nunca existió un sentimiento más allá de la rivalidad y el compañerismo. Sólo jugamos un poco y esto acaba aquí, jamás fuiste mi amigo, es asunto tuyo si malinterpretaste mis intenciones. - Sentenciaste y yo me quedé sin nada más que decir.

      Quería acercarme y golpearte, habías herido mi orgullo y mis sentimientos, cortante y recto; de la forma más cruel. Me negué a mi mismo el hacerlo y dándome la vuelta supuse que había terminado todo lo que una vez, por remoto que fuera podría haber sido. Fue la última vez para muchas cosas; para verte sonreír, para decir que te alejases, para cantar junto a ti en el mismo micrófono haciéndole los coros a George, para ver la cara de decepción de George y Ringo cuando Yoko entraba a interrumpir las grabaciones y a quejarse por nuestras canciones, para escuchar como nos dejabas por los suelos protegiéndola a ella, para llorar por ti y que sería la última vez que hubiéramos cantado moviendo la cabezas como tontos y sonriendo.

      De repente me di cuenta que me enfrentaba a millones de personas y que lo último que dije como portavoz de lo que una vez fuimos fue una mentira más de las tantas que nos llegamos a sentenciar.

      "Ayer, todos mis problemas parecían tan lejos. Ahora parece que están aquí para quedarse"
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Sonrisas.


    • Lo sabía y aún pese a saberlo, aún pese a haberlo sabido durante todo aquel tiempo, no había hecho nada, absolutamente nada para evitarlo. Simplemente había decidido que si era una realidad a la que no pensaba hacerse a la idea, estaba bien. Más sin embargo también sabía que estaba solo en aquello y que aquella simpleza, le llenaba de amargura.
      Él era el mejor mentiroso del mundo, ¿Sabían? Era de esa clase de personas a las que no le importa decir algo que no fuera cierto en el momento si luego más tarde se veía capaz de corregirlo, era alguien sin conciencia. El mejor mentiroso del mundo era alguien frío e ilógico; Era lo que intentaba aparentar. Pero por aquello mismo era un simple estúpido que llenaba su cabeza de ideas equivocadas. Tenía amigos, pero unos que no conocían quién era y que solo lo apreciaban por quién intentaba ser.
      Supongo que quizás os haréis una breve idea, el hacerte creer a ti mismo que eres alguien que no eres, el llevar una mentira tan lejos que incluso tú mismo seas capaz de creértela. Él lo sabía, pero estaba perdido en ella. Era, por decirlo de algún modo; Demasiado tarde como para darse cuenta de que esta ya no formaba parte de su realidad. Alguien así de débil, se derrumba tan solo con la más sincera de las sonrisas; Porque él era un falso.
      Así pues, sin haberlo previsto, había visto la sonrisa más hermosa y sincera que en su vida, se había colado. Así, de la nada y de la persona que menos esperaba. Era obvio que después de aquel acto, venía el beso culminante, de la manera en la que lo hizo, como una luz eternamente potente. La ambición de aquel roce lo volvió salvaje y fue entonces, que cuando los delicados roces tímidos se hicieron más fogosos y pasionales, comenzó a sollozar.
      Él no era ni frío ni tan siquiera ilógico; Era una persona cálida pero sola, eternamente abandonada que tenía miedo de estarlo. Tampoco era ilógico, sus ojos eran como un libro abierto, uno de muchas páginas y sin ningún dibujo que te hiciese la lectura llevadera, pero uno en el que alguien al fin, quiso leer. Su mirada se hallaba cubierta de emociones, por completo, las lágrimas que caían eran de mil y un color y eso, las hacía negras. Porque lloraba con tenebrosa perdición e inevitable felicidad, hacía que la situación se volviera ambigua y que la persona que la observaba, se sintiera ansiosa.
      Él, que era un patán y un cobarde. El mejor mentiroso del mundo, finalmente bajó la cabeza y sonrió, una de sus sonrisas más honestas y hermosas, la más brillante aún si sus ojos cargaban millones de lágrimas. Se dio la vuelta y caminó, de espaldas al mundo. Más sin embargo aquella persona, la más tiritante de las estrellas, susurró su nombre. Su mundo se detuvo, retrocedió segundos y volvió a avanzar a cámara lenta, y entonces lo entendió.
      Las palabras se escapaban entre sus labios y aquellas palabras, se desvanecieron en el frío invierno.
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Kiss the Rain.

    • Odio los días como hoy. Son de estos en los que sientes que lo tienes todo, sales y te diviertes, pasas un buen rato. Después volvemos a casa y como de la nada, comenzamos a pelear bobamente por temas sin casi importancia. Yo, me vuelvo hacia un lado y dejo de darte la cara y tú, como buena orgullosa también lo haces y termina ahí nuestra conversación. No hay ni una sola palabra más, siquiera un "Lo siento". Por tu parte, la conversación está acabada, yo espero a que me digas que me amas.
      Pero no lo haces y la espera me consume, decido la salida más cobarde tras intentar hablarte y no verme capaz de hacerlo. Huyo, llamo para irme y te dejo ahí, en tu cama. Recojo mis cosas y sin mirar atrás ni murmurar un "Te quiero" o un "Perdón" cierro la puerta. Fuera hace frío, había olvidado traer mi abrigo y realmente estaba pasándolo mal mientras tiritaba y esperaba impaciente y recomiendo mi conciencia. ¿Vendrá? y si lo hace ¿Tardará mucho?. Sin embargo la espera se alarga y el frío perfora mis huesos de la forma más cruel y despiadada, sonrío y al mismo tiempo una solitaria lágrima baja por una de mis mejillas, un único ojo que gotea. Entonces me doy cuenta de que no vendrás y la espera se vuelve aún más dura, me estoy muriendo por dentro y la razón de aquello no era el increíble frío. Esperaba ver alguna estrella, una que me alumbre desde el cielo lejano y oscuro, pero no veo ninguna. Ahora sí me siento terriblemente mal, como si el destino me hubiera jugado una mala pasada y la suerte que nunca tuve me hubiera abandonado por completo.

      Cometí un error al enviarte un mensaje con palabras tan raras, una actitud mezquina y desde luego descarada. Retándote a que vinieras y a que de una forma u otra me salvaras. Espero y de repente escucho tus pisadas, tu fría mirada me cala, me agarras del brazo y me haces daño pero no me quejo, tan solo te miro y te suplico con los ojos que te quedes, tú me das la espalda. ¿Por qué? Intento gritarte pero mi garganta está seca, mis labios comienzan a quemarse de la temperatura y claman que los tuyos lo protejan. No digo nada, tan solo te sigo con la mirada. "Sube" me retas, sabía que te referías a tu casa. ¿Para qué? me pregunto ¿para no aclarar nada? ¿para llorar, amargarnos y terminar llorando por estas bobadas que siempre pasan? giro la cabeza, tú me miras expectante con esa mirada que aún permanece en mi clavada "No puedo, ya casi me voy" sabiendo que la espera aún sería larga. Tú no sé qué mueca rara debiste poner, me soltaste tan bruscamente como iniciaste aquel roce y ya para entonces no me mirabas a la cara. "Quédate" me da tiempo a susurrar, pero tengo la sensación de que no habías escuchado nada.

      Tan rápido como tus pasos anteriormente se acercaban, ahora se alejan a grandes pisotadas enfadadas y disconformes. Suspiro, no quería que me vieras llorar y por eso cuando giraba la mirada y te marchabas dos lágrimas saladas habían cruzado mi cara. Me enfadé con mi persona ¿Qué demonios haces? me dije, si casi no era nada.
    • 1 Comment
    • Readmore . . .
    • Add Comment

La canción de los caídos.



    • ¿Sabes? Jamás olvidaré la primera vez que te vi, hace toda una vida; Con aquella sonrisa brillante, de espaldas al mundo.


      Nunca me gustaron las despedidas, quizás porque aquellas siempre marcaban el comienzo de algo, pero que de alguna manera hacia que siempre aquello se convirtiese en el final. Añoraba cada situación contigo, los besos también, por supuesto. Tu sonrisa, aquellos ojos cristalinos del color del cielo oscurecido, las miradas que me dedicabas siempre, como un libro abierto. Si pudiera volver a verte de nuevo, amaría el hecho de que fueras esta vez solo mío. Sé que quizás me pase de egoísta al pedir lo imposible, más sin embargo no hay nada que pueda hacer cuando me pongo a cantar inexorable con mi voz menuda y a penas viva.

      Quiero sentirte muchas veces más y si gracias al cielo soy capaz de tenerte una última vez, si tan solo pudiera cruzar miradas con aquellos orbes hermosos de nuevo; Me atrevería a ser exigente, a clamar por el amor que aquellos no me dieron, a pedir una explicación.

      Dime, si me amabas tanto, ¿Por qué no te detuviste cuando viste que me hacías tantísimo daño con tus puntiagudas palabras? Quizás mi vista se perdía muchas veces en el cielo nocturno, en el brillo tiritante de las preciosas estrellas, en el esplendor de un mundo sin ti.

      Contradictorio pero perfecto. Así era, decías tú pero, francamente decías tantas cosas que a penas puedo recordar tres de ellas sin que la herida se abra de nuevo, si es que alguna vez fue cerrada.
      Si alguna vez logro olvidarte, por favor no me digas que solo yo soy el culpable, porque eso sería una dolorosa mentira.

    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Amores que matan, nunca mueren.


    • Estaba en frente de la puerta en la que mis recuerdos se habían forjado. Tú estabas ahí también, todos tus recuerdos y las palabras amables. Jamás habría pensado que una vez cuando te perdiera la vida me daría tan igual, jamás supe que te necesitaría tanto cuando me encontrara perdido entre mares de sentimientos y dudas. Siempre esa sensación de amarte tanto fue solo algo en lo que me resguardé para no darme cuenta de que la verdadera verdad estaba allí justo, junto a esos orbes que yo amaba tanto, junto a los miles de pensamientos que elocuentes despedían tus preciosos dedos largos y finos.

      Una vez, no hace mucho fue que me dijiste que echabas de menos el sonido del fa menor y aquel dedo índice estallar contra la escala más fina situada en medio de aquellas teclas de marfil. Aprendí aquella melodía para que en tus noches más solitarias, cuando yo ya no estuviera pudieras recordar y abrigarte con ella. ¿Después qué? Nada, después solo estaba el vacío y el frío, la sensación de ya no tenerme contigo, de no escuchar mi voz, de ya no sentir mi abrigo. El amor se deshizo, ¿Sabes? Cuán ferviente fue aquella sensación para mi, el miedo que sentí cuando ya no pude tenerte entre mis brazos, el desdén del mundo ante mi decepción, la longevidad de mis palabras, del no perdón.

      Aquel diez de Marzo, junto a la estación de trenes. Nevaba, con muchas ganas de hecho, el mundo se paraba solo para nosotros. Mis ojos no dejaban de buscar los tuyos, pero no querían ser encontrados, solo querían ver lo que estaba prohibido, así justo, como un niño. Los tuyos esperaban la caída de ese ángel, el que no viste jamás caer, el que nunca se dejó ver. Aún recuerdo aquella pasión con la que escuchabas las piezas de tu compositor favorito, como te ponías firme y eufórico al escucharlas. Mis ojos se llenaban de lágrimas, eran egoístas y solo se guiaban por simples palabras, si supieras lo que pensaba...

      "Me gustaría que también me miraras a mi con esos mismos orbes, con los que pareces estar tan feliz y enamorado" Si solo me vieras, si me sintieras de la misma forma en la que lo hacías con aquella hermosa música. Llegué a hacer miles de cosas por ti, a aprender a tocar el cielo con mis manos un segundo y quemarmelas en el infierno al siguiente. Todo lo que quedó después de ti fueron recuerdos que buscaron un hogar entre los más añorados y se situaron ahí por toda una vida.

      No te echaré la culpa por los vicios y malas costumbres que dejaste en mi, por levantarme cada mañana buscando ver aquellas pupilas entrecerradas, por hacerme buscarte cada noche alargando mis dedos por la almohada. Te culparé por sentirme tan solo, porque ese hecho no te importe, porque me has dejado como si nada, por tumbarte en mi cama, por sonreírme desde el primer momento; Por amarme.

      ¿Por qué me quisiste? Porque hiciste como si nada; postrándote como una bella dama, arrebatándome todo lo que yo más atesoraba, quitándome la armadura de cobarde, partiendo en mil mi burbuja de agua... Te odio ¿Sabes? Te odiaba. A ti, sí... Por arrancarme el alma, Por llevártela tan lejos que incluso en mis noches más lejanas no podía encontrarla. Te fuiste, dejaste todo tan quebrado...Incluso ahora aún no puedo culparte por todo. Dime, tan solo una palabra.

      ¿Por qué me amabas? Porque parece como si no importara, como si estos sentimientos ya no fueran nada. Solo estoy yo ahora, parado, cansado, insólitamente abandonado. Te añoro tanto que esto me mata, quiero besarte mil veces, gritar otras cuantas más, sentir tus brazos sobre mi espalda. ¡Háblame, dime algo! Tan siquiera una palabra. ¿No te importa? Quiero decir, ¿Ya no me buscas más? Te han cansado mis hadas...¿No es así?.

      Te quise tantas veces mío, grité miles de veces tu nombre, ¡Te balanceaste entre mis ramas! Pero a ti...A ti no te importaba nada. Jugaste con mi alma, me miraste con mala cara incluso pero después de todo, no te importaba nada.  ¿Amor? Nunca quise ceñirme a aquella palabra. El mundo le había dado tantos nombre en tantos idiomas diferentes y aún así nadie sabía aún de qué se trataba. ¿Era aquella extraña sensación en el pecho? Porque se sentían como un enjambra de abejas, como si los nervios te comieran y solo querías sentir que el mundo se marchaba.

      Fuiste mi rival, mi amigo, el mejor y te colaste buscando algo más, robaste mi corazón y fuiste mi confidente y cuando por fin aquel sentimiento desbordó, bañaste de dudas mi corazón y entonces, fuiste mi todo. Aquel por el que yo más lloraba, al que a la misma vez yo ya no podía contar nada pues una simple palabra bastaba para arrebatarme el último pedazo de mi alma. ¿Qué hiciste conmigo? Me lo pregunto incluso ahora, estaba a tu merced, era como un simple papelillo. ¿Me amas? ¿De verdad? Entonces te diré... ¿A cuántos más con las mismas ganas? Me buscas, y no quieres encontrar nada, te susurraré una verdad de la forma más delicada. ¿Quieres saberla? Porque si te comprometes a decir que sí entonces no me quedará otra, ¿De veras? Pero es lo único que me queda...¿Entonces estás seguro? Ahora que sabes todo de mi, no vas a querer nada más y eso me asusta. Me has dejado desnudo, ahora no puedo esconderme de esos ojos, tu mirada me mata.

      ¿Me amabas? No lo creo, el único que siempre quiso y que jamás tuvo nada está guardando espacio a aquella sombra negra.

      ¿Recuerdas? El número diez del tercer mes. Aquel número par que tanto amabas, donde nuestras miradas nunca se encontraban. Dime, ¿Lo has encontrado? Aquel Ángel blanco... Ya veo ¿Lo amas? Entonces mi corazón fingirá calma.

      Porque...
      Siento que si ahora yo te espero voy a acabar con aquel sentimiento.
      Que el único que siempre quiso esto, fue aquel recuerdo.
      Perdóname.
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Memorias.


    • Aun llueve afuera y Alfred observa por la ventana con una sonrisa. Se siente libre. Se siente fuerte. Se siente… solo.La lluvia no se detiene y no hay nadie en la casa con quien celebrar. No hay panecillos quemados, ni tés amargos. No hay sonrisas ni cálidos brazos. No hay polvo de hadas ni cuentos en voces gruesas.

      Solo hay frío. Silencio. Polvo. Pólvora. Miedo. Soledad. Lluvia.

      Solo hay lluvia.

      Alfred abre la puerta, sale sobre sus tierras y la lluvia moja todo su cuerpo, respira su libertad profundamente. Respira… respira el olor a guerra, sangre, pólvora y odio. Respira el olor a lágrimas.

      "¿Cómo podría dispararte…?"

      Sus ojos azules se abren y Arthur esta en el suelo, manos sucias y ensangrentadas sobre su rostro bañado en lluvia y lágrimas. Arthur llora y se desgarra por dentro frente a él y Alfred se queda inmóvil, solo observa al hombre en el suelo.

      "¡Demonios! ¿¡Por qué!?"

      Cuando sus párpados dejan de sentirse pesados por las gotas de lluvia y se abren, azules y vacíos, su mano se estira y trata de arrullar a la persona en el suelo, a la persona que se muere frente a él.

      Y la imagen desaparece.

      Alfred parpadea una vez y una vez más y las lágrimas cálidas bajan por sus mejillas esta vez, su boca se abre pero su voz no sale, sus manos suben hasta su rostro y las ve con horror…Cuando por fin las lágrimas llenan su rostro y su alma, ya es demasiado tarde y Arthur se ha ido. Da la vuelta y con lágrimas, pena, dolor, terror, soledad… corre. Corre tan rápido como sus derrotadas piernas le permiten. Corre tan rápido como puede y sus ojos divisan la línea de la costa y el barco que se aleja. Sus pies no tienen más espacio para correr. La madera del muelle se acabo. Su rostro se contorsiona en dolor, sus rostro se llena de aún más lágrimas y la lluvia sigue cayendo.

      No te vayas.

      Sus manos se extienden hacia la imagen borrosa del barco que ya no volverá.

      No me dejes.

      Su voz no encuentra salida aun cuando su boca se abre entre su respiración erradica y desesperada.

      Perdóname…

      Por favor…

      No me dejes…

      Perdóname…

      Yo te…

      Yo…


      Su voz se rompe al final, sus rodillas ceden y se golpean contra la madera mientras su cuerpo tiembla de pies a cabeza y sus manos polvorientas y temblorosas se pierden en su dolorido rostro. La lluvia cae, lenta y despiadada.

      "Lo siento…"

      En el barco Inglés que deja por última vez, a los ahora, independientes, Estados Unidos de América, la voz de un niño resuena en los oídos de un abatido hombre que ve la costa, el muelle y a un hombre de rodillas, roto sin reparo, desde el borde del barco.

      Arthur pretende que las gotas que bajan por su rostro son solo de lluvia. Aunque aun puede escuchar a su Alfred, a su adorado, bello Alfred.

      "No te vayas, Arthur, si te vas, me sentiré tan solo…"

      Al irme yo también me siento solo. 

      La lluvia cae y el agua se lleva los restos de la época en la que ambos fueron realmente felices.
      "Vamos a casa, ¡Pequeño Al!" ... "¡Sí!"
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Vértigo.




    • ¿Alguna vez has sentido el vacío, asesinándote el corazón? Sí, yo sé… Yo sé que tú lo entiendes, yo sé que tú me comprendes. Ese vacío, que actúa como una fuerza poderosa que te arrastra sin control de un sitio a otro; que te provoca un vértigo asfixiante; como cuando realizas una caída libre cuyo destino es claro, pero cuya dirección es imposible de averiguar. Y cuando finalmente caes, miras claramente a la Nada y al Todo en un mismo sitio. Vas en picada, tan rápido, que es imposible contener la respiración; tan veloz que tus ojos apenas abiertos miran todo agitarse bajo tus pies. No tocas el suelo… tampoco lo ves.

      Has caído en el mismo sitio donde he sido arrojado yo. Y tú, al igual que yo, lo miras todo con tus ojos entreabiertos y confundidos.

      ¿Qué harás? ¿Te irás o te quedarás? Y si lo haces, si te quedas ¿Es por algún motivo que te mantienes a mi lado? Hay tanto que no puedo comprender, tantas cosas que miro y que a veces no digo. ¿Sabes? Me hago responsable directo de tu nula falta de concentración en el entrenamiento, a veces te apreso demasiado fuerte, los dos lo sabemos. ¿Por qué estás aquí? A veces creo que merezco saberlo, en otras ocasiones lo dudo. ¿Para qué has regresado? ¿Hay algo más que mis deseos de por medio? No contestes, hagas lo que hagas, no contestes ¿Para qué has vuelto? ¿Existe un motivo real? ¿Un motivo interno? ¿O son sólo ilusiones que creé para atarme a mi cordura? ¿Para atarte a mi cordura?.

      Ha pasado ya mucho desde que encontraste mi alma rota. Y es por ello que me siento tan perdido, tan abrumado, tan acabado… Tan fuera de mí. Entonces ¿Ésto es lo que soy? Porque de ser así, me tengo un miedo terrible. Déjame extender mi explicación: es un pánico horrible, siniestro y devorador que soy incapaz de controlar. ¿Ésto es lo que soy? ¿Esta cosa soy yo? ¿Este… este despojo de ser humano es lo que pretendo ser?

      ¿Sabes?

      Yo siempre veo, un brillo poderoso y terrible en tus pupilas. Uno que va más allá de una pigmentación o una desfragmentación atinada de la luz. Mucho menos es el destello de un verso grabado o de un poeta desesperado por ser un caballero romántico. Es más bien el reflejo que tienen en los ojos aquellos que han sido presas de terribles desgracias y que jamás tuvieron a alguien consigo.

      ¿Y yo qué puedo llegar a ser? ¿Podría colarme alguna vez entre esa mirada? Porque eso es importante. Saber el sentido común de tu mente sobre mi existencia, es de suma vitalidad para que prosiga en un estado de aparente tranquilidad. ¿Qué crees que soy? ¿Vale la pena pensarlo? Quiero entenderlo, entenderlo todo. Buscar razones tras los actos sin intenciones y aun así encontrar algo.

      Quiero entenderlo todo…

      Y aunque trato, aún no puedo entender. Absolutamente nada.

      Me aterra la idea de andar en un barco y de saber que tarde o temprano vaya a naufragar. Puedo escuchar tantas palabras, tantas oraciones que se contradicen entre ellas y se filtran a mis oídos. Retiras lo dicho y lo devuelves sin aparente motivo. ¿Qué soy? ¿Un alma sin valor? ¿Un alma nada más? Y siendo así, ¿Qué puede llegar a ser un algo como yo en un alguien como tú?

      Es que yo… aspiro a tanto.

      He visto muchas caras, cientos de ojos, miles de gestos y a pesar de ello en los tuyos he encontrado un paraíso distinto. Porque la primera vez que los vi, vislumbré el hambre de la venganza, los destellos de la angustia, del miedo, del coraje y la furia. Y al mirar con más detenimiento, pude ver un alma sin consuelo y completamente destrozada, pero sobre todo… pude hallar un corazón oculto. Encontré tantas cosas en un sólo vistazo.

      No lo niego, la inteligencia fue algo llamativo entre todo ello, menos que el corazón y más que la angustia. Empero, cuando miré profundamente en tus oscuras pupilas fue que conocí al compañero, al amigo, al confidente, al consorte, al amante.

      ¿Qué ves? ¿Qué sientes? ¿A qué te ato?

      En estos instantes, veo como me pasas por el lado; con tu andar pausado, elegante, casual y ligeramente descuidado. Mis ojos se pierden en tu silueta. Nuevamente, no tuve el valor de hablarte.

      ¿Acaso tus ojos me miraron de reojo tan rápido, que no logré sentir tu mirada sobre mi espalda? ¿Por qué cuando me queda la duda de tus deseos se siembra el dolor por todo mi cuerpo? ¿Por qué si no estás conmigo con algo más que tu cuerpo me siento tan frio, tan solo, tan perdido?

      ¿Por qué no te quedas conmigo? ¿Por qué no has venido a buscarme? ¿Por qué no te quedas esta noche conmigo? Sólo una noche. Sólo una noche que me haga recuperar la energía para seguir sonriendo, para buscarte en todos los sitios. Sólo una noche que me permita ganarme algo más que tu simple cariño… algo más.

      Sólo esta noche; para que quizás algún día… puedas volver por otra.

      Hay veces que los motivos de una vida nos separan de otra. Hay veces que sin importar los deseos o anhelos; el destino nos separa despiadada y cruelmente. Pero sin importar todo eso; sin importar los caminos a donde te lleve la vida, la razón y el alma, yo te seguiré. Y te perseguiré a donde quiera que vallas. Nunca me alejare y te traeré una y otra, y otra y otra vez.


      ¿Demente, verdad? A mí también me asusta.

      Quisiera no tener que decir nada, para no desmentir ni dramatizar, quisiera que vieras lo que tengo dentro. Porque lo sabes ¿Verdad? Lo has pensado, lo has visto también… Corrí tras de tí aquella vez, aún cuando tú estabas en el mismo lugar de siempre, aún cuando fingía no tomarle importancia y no dudaría en hacerlo otra vez. Si con ello consiguiera salvarnos.

      ¿A dónde voy? ¿A dónde vas? ¿A dónde vamos? ¿Podría decirse que vamos?

      ¿Huyes de algún sitio? No, lo sé bien ¿Buscas a alguien? Probablemente, más no de esa forma. Eso es algo que usualmente llega a atormentar mi mente ¿Luchas por algo? Constantemente. Sin descanso, sin tregua, sin fin…

      Si fuera capaz de mostrarte los sitios más enfermos de mi mente, las áreas más deformes de mi cuerpo, si me desembarazara de estos miedos y me revelara ante ti, con la piel desnuda y la mente abierta, con el corazón roto y el alma triste ¿Llegarías a amarme? Sí me atreviera a perderlo todo y me encontrara nuevamente, si lograse corregir cada uno de mis defectos, afinar los tonos agrios de mi carácter… Si todo eso pasara ¿Qué sería de nosotros?

      Si yo fuera alguien diferente, con el rostro alegre y el trasfondo igual de llano ¿Qué sería de mí? ¿Qué sería de tí?

      Quedan tantas cosas por terminar en este sitio. Te quedan fundamentales piezas para armar tu vida, y lo comprendo. Amargo, egoísta e imposible sería pedir que te quedaras en un sitio que no tiene nada para ofrecerte. Y no es que fueras a hacerlo, porque bien sé de tu ardiente promesa, misma que susurras cada noche.

      Y encuentro esa fuerza que te impulsa a hacerlo, cada vez que te observo hacer puños tus manos y encajarte las uñas hasta hacer correr la sangre por tus palmas, para que palpen el suelo, acostumbrándose a su sitio sobre la tierra, añorando la piel que ansías destazar. Cuando dejas a tus pupilas perderse en un mar de desventura en donde los tonos petróleo de tus ojos revuelven la visión de las casas que habitaron alguna vez los miembros de tu familia, hace ya tanto tiempo.

      Y lo comprendo, una parte racional de mi conciencia lo hace, porque existen ambiciones también detrás de mis ojos. Tú tienes tus asuntos pendientes, tus miedos, tus ambiciones, tus deseos, tus secretos e inclusive tus sueños. Tú tienes tu propia vida.

      Al ser humanos poseemos nuestra forma individual de planificar nuestra existencia. De igual forma yo en mis lados mas extraviados añoro con encontrar los brazos oscuros del manto de la locura que me impedirán volver a ver la luz del día a corto plazo. Es sólo una sensación fugaz que se cuela por mi mente en las ocasiones más sombrías de mis cavilaciones. E inclusive entre mis aspiraciones abstractas que de sobra ya conoces, esas que has escuchado desde mi infancia, aún cuando conozco las reglas del juego establecido sobre el tablero, te veo en ellas. En ocasiones observar mis propias ideas me aterra con una fuerza implacable y demoledora que se cuela por mis huesos hasta salir por finas fisuras y estamparse con los tejidos musculares, rompiendo cada capa de mi composición biológica hasta aparecer en la superficie de mi cuerpo como centenares de minúsculas agujas de plata destrozando las figuras y contornos de mi ser.

      No busco encadenarte a mi vida. Me rehúso a sucumbir a la idea de convencerme de situaciones inverosímiles. Y no es que lo crea, aunque lo quiera, porque acepto tu independencia y la necesidad de tu alma, aunque me mate por dentro el no tenerte conmigo, el no poder tocarte, ni poder decirte un susurro al oído. Y sabiendo todo ello, no logro asimilar ¿Por qué se me clava esta sensación oxidada y punzante en el pecho? ¿Por qué te miro y no logro comprender como es que teniéndote tan tangible en mi mente no pueda tocarte nunca? ¿Cuándo es el momento? ¿Cuánto se tiene que esperar? ¿Cuándo se habla y en qué momento se calla? ¿Cuándo es que podre tenerte conmigo? ¿Cuándo será ese momento?

      Las personas morimos y renacemos constantemente, Hiciste una pausa larga que se llevó tus ojos a otro sitio.

      No, Negaste rápidamente sin dar espacio a ideas o argumentos. A veces existen situaciones que impiden la unión de dos almas.

      Tu rostro en ningún momento me miraba y eso me asustaba, tenía entonces tanto miedo a tus reacciones, a tu desprecio y a la vez, admiraba tu distancia.

      Si dos personas no logran una historia en su momento, se buscaran en la siguiente vida, Murmuraste un tanto apagado, fue entonces que dirigiste tus pupilas sobre las mías y las clavaste analíticamente, sin dejar lugar a dudas. Por eso se buscan en su próxima vida, Concluiste.

      Dejaste al silencio hacer forma, no comentaste nada y me negué a romper la fuerza de las palabras mudas.

      Pasó largo tiempo y como si abrieras un capitulo agregaste: Por eso estamos ahora… aquí.

      Y luego te marchaste y me dejaste bañado en mares de dudas y sueños.

      Fue hace varios años atrás, ¿No? Aquella teoría que tú mismo me diste a conocer rondó en mi mente durante mucho tiempo. No puedo depender de un destino, eso trunca mis expectativas, añoro demostrar a la vida que se equivoca y hacerla ver en ella misma las razones para seguir de pie, para continuar. Amo aquella sensación, más aún que el sabor de la melancolía que le da un toque de pasión a mi vida. Aquella noche que me instruiste aquella lección de vida ¿Pensabas en las mismas personas en las que yo lo hacía? Tú y yo. ¿O sólo lo comentabas como un polvo al aire que deseabas esparcir como una enseñanza a mi extraviada mente? Arriesgando tanto y desplazando al tiempo, a veces un cosquilleo se cuela entre mis costillas preguntando:

      ¿Cuántas vidas son suficientes?

      ¿Cuántos pecados puede consigo cargar una sola alma? ¿Cómo se abren los pétalos de una rosa seca sin romperse? ¿Qué tratas de ver? ¿Por qué hay algo que me hace sentir que existe algo más allá de este pedazo de historia contigo? Como las piezas de dominó tallando contra la mesa. Minúsculas fichas blancas con puntos negros, alto contraste en un rectángulo de arte. Van siendo colocadas en dos grupos. Cada lado va desprendiendo números que se complementan con las piezas del otro lado, sumando números de 12. Siete pares son armados y de ser el destino piadoso, de ser lo escrito real, tantos pares como se unan se compartirán.

      Estoy aquí mirándote desde lejos. Lo sabes. Y cada vez que disimuladamente preguntas por ello lo niego. A veces tú también llegas a hacerlo, usualmente lo niegas. Disimulamos constantemente. Es una fuerza natural.

      No disfrutas jugando de esa manera, ni yo tampoco. Hay algo que falta entre las paredes, si logramos encontrar una manera de mantener todo de pie y sin nosotros, estaremos seguros. Atamos la energía a un lugar, tenemos que evitarlo de una manera u otra. Es necesario, eso que se cuela en silencio es algo que sólo nosotros debemos saberlo. Lo inexplicable que habita y nos preserva en el tiempo, es algo que no necesitamos definir. ¿Por qué me atrevo a unirte en mis idealizaciones retorcidas? Porque hay algo que sé, que conoces que sé. Y de lo que jamás hablamos. No es necesario, con sentirlo basta. No busco explicarlo, tú buscas entenderlo. Y a la vez, esperamos. El tiempo es algo que ha dejado de establecerse en nuestro espacio. Es hacer lo que debemos. Quiero estar contigo, mancharme con sangre si es tu sangre, ofrecer mi vida si es a cambio de tu vida, enloquecer si es atando tu cordura a la mía. ¿Lo comprendes de alguna manera? ¿Lo buscas? La incertidumbre me mantiene atento. Hay tantas promesas que quedan por cumplir…

      Y cuando sean cumplidas… ¿Te entregarás al regocijo y al placer de ver conseguida tu venganza, para así irte a destrozar estrellas? ¿Me entregaré al gozo del reconocimiento y la fingida aceptación, a inventarme motivos para sostenerme vivo coleccionando flores? Hay tantas cosas que alimentan el vacío de mi ser. Miro las palabras y las olvido en mi mente, haciéndolas llover inesperadamente. ¿En qué forma lo explico? ¿Espero pasar al pasado, pelear al presente, hacerlo pretérito y encontrarte conmigo? No puedo obligarte a permanecer a mi lado, en el mismo sitio, de la misma forma en que te lo he dicho.

      Aún así… soy terco y lo sabes. No dudes de mis capacidades para salirme con la mía, para encontrarte, para sorprenderte.

      ¿Irás conmigo? Y si lo haces… ¿Simplemente irás por ahí conmigo? ¿Simplemente estarás? ¿Estarás ahí como quién espera por costumbre? ¿Estarás ahí como quién busca pagar una deuda que en realidad no existe?

      O acaso… acaso ¿Me sujetarás la mano? ¿Me dejarás sujetarte la mano mientras caminamos? ¿Lo harías?… Contéstatelo a tí mismo ¿Serias capaz de andar conmigo por el camino? Con un beso en los labios, podrías sentir el amargo y agridulce sabor que cargo en la boca, sanarías con varios el dolor que algunas noches de invierno me tumba y me mata. No necesito mimos, no soy una delicada dama, no busco lujos o palabreríos cargados de patéticos romances innecesarios. Sólo te busco a ti. Lo demás, lo haces y lo harás sin darte cuenta. A veces los humanos somos más pasionales cuando no entendemos nada.

      Hay algo que se me escapa de los ojos en forma de lágrima, que me mancha el rostro y cae de mi barbilla al suelo. Es una gota que brota desde muy adentro, de un sitio lleno de colores, de una habitación repleta de aromas. Y es negra, oscura, melancólica, dolorosa, discreta, taciturna, sanadora, amorosa y eterna.

      Y tan… tan mía.

      Entiéndelas porque son negras como el todo. Llenas de tantas cosas. De tanto que se arranca de mi alma. Las tengo en las manos. Tómalas, porque la sangre que brota de tus ojos llegará a tocarlas. Hay algo que se filtra, óyelo. Hay tanto dentro de algo tan roto. ¿Tú si eres capaz de mirarlo, verdad? ¿Tú si eres capaz de… de amarlo…?

      - Noah.- Tu voz me llama desde algún sitio.

      Podemos hacer y deshacer el mundo si estamos juntos, si es que me entiendes ¿Qué es lo que llegas a ver en una cosa bestial como yo? ¿Qué es lo que veo yo en tu corazón, en tus ojos y tu alma? ¿Qué es lo que nos hizo coincidir en un mismo sitio? ¿Qué es lo que nos ha llevado hasta aquí? ¿Qué es lo que podría ser capaz de llevarnos a cualquier lugar?

      ¿Te atreverías a adjudicarlo a una coincidencia? ¿Al azar? … ¿Lo harías?

      Cuando miro tus ojos, veo un mundo que a veces pareciera que ni siquiera tú conoces, un mundo que no conozco y a la vez resulta familiar y adorado. Sigo al instinto, al corazón y a la razón que me gritan lo mismo. ¿Cómo se llama lo que siento? El mundo le ha puesto tantos nombres en diversos idiomas, que traducen siempre a lo mismo. Un conjunto que me resulta imposible explicar y a la vez, da la sensación de ser describible con tal facilidad que nos confunde. No me atreveré a aludir su nombre.

      - Noah - Vuelves a llamarme, algo irritado.

      ¿Resulta demasiado ocurrente decirlo? El hecho de que quiero estar contigo, no sólo a tu lado, si no a la par. Más allá de la vida después de la vida. Más allá del amor después del amor.

      Porque...

      Hay tantas cosas que han cambiado en mi vida desde que te conocí
      Hay tantas cosas que cambiaste en mí cuando se encontró tu vida con la mía.
      Hay más detrás de mis palabras y mis acciones, de lo que siquiera te imaginas…
      Gracias.
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment

Tanto tiempo.


    • Siempre que miraba hacia atrás era capaz de verle. A él y a sus pequeños ojos entrecerrados y un firme y delicado hilo del destino de color fervientemente rojo enroscado en su dedo fuertemente. Era hermoso, su rostro, todo le hacía parecer diminuto pese a ser un país fuerte y poderoso. Aún no podía enfrentar aquel cielo que se abría en aquellos pequeños pero poderosos orbes. Tenía muy presente lo que era cierto y lo que no lo era y aquello era tan hermoso que obviamente, era una mentira.

      En sus ojos no había nada, aquellos castaños lucían apagados, el brillo risueño se había secado en sus ojos. Su sonrisa ya parecía fingida. Aquellas manos ya no portaban aquella calidez tan hermosa que le caracterizaba. Finalmente había caído rendido ante una vida en la que ya no hallaba la mínima posibilidad, finalmente se había derrumbado ante aquellos insípidos pilares de cal que habían trazado sus hermosos pero falsos sueños. Había olvidado qué era la realidad y qué desde luego, era lo ficticio.

      Sus castaños no brillaban, ahora descansaban en la penumbra de un amor olvidado. Con el tiempo y quizás el paso de los años le habría olvidado, pero aquello no pasó y él continuaba lamentándose por ello. Le esperó tanto tiempo que no tenía idea de la razón de muchas cosas, tanto tiempo que olvidó por quién esperaba, más incluso que ya aquel rostro que solía conocer tan bien, se había convertido en una borrosa silueta grisácea y sin ojos. Aquellos celestes, ¡Sus cielos! Los había olvidado, nada tenía sentido.

      Un cobarde como él se habría rendido, pero no lo hizo pues del corazón inofensivo pero cruel no era capaz de vivir una nación y la suya, hacía tiempo que vagaba en pena.
      Aquel día era uno de tantos en aquel monótono país en el que podía aburrirse cuando quisiera sin que a nadie le importase. Miró por la ventana, en la que la luz ya no se reflejaba debido a las altas horas de la noche y la profunda y hermosa oscuridad iluminaba con un delirio insano y romántico las penumbrosas calles de Venecia.
    • 0 Comments
    • Readmore . . .
    • Add Comment