Archive for 2012
Retrato de un amor a primera vista.
Bajo la funcionalidad absurda de la desesperación y el orden del desorden que nos une. Bajo las estrellas brillantes y nocturnas, palpitantes que el cielo omnisciente detiene. Sobre tu mirada, sobre las sonrisas y los gestos. Sin ceder ante el posible encuentro que seguramente no se de; nos olvidamos.
Inclino la mirada y dejo de observarte y pese a todo aún soy capaz de recordar aquel día como si fuera ayer, el vago e irreconocible anhelo de aquella sensación que causaste en mí. Te conocí en un día frío y nuboso, el cielo de aquella ciudad rezumaba soledad, ya que por aquel entonces aún no conocía el relato de nuestro próximo amor, se bañaba con el sentir agrio de ver pasar el tiempo siempre con el mismo color perlado y marchito. Quizá porque te conocí un día frío y nuboso fue que me enamoré de la sonrisa torcida y triste que se desdibujaba de a poco en tu rostro. De esos labios fruncidos, secos y de apariencia melocotonera, de aquellas cejas arrugadas, finas y tan oscuras como el resto de tu cabello enmarañado. De aquellos ojos diamantinos, bicolores y hermosos, que llamaban espectacularmente la atención con aquel brillo de un recuerdo de alguien que aún todavía no había dejado de soñar, pero que se hallaba desencantado del propio encanto de esto. Orbes pequeños y entrecerrados y pese a todo vivaces y atentos, cubiertos cuidadosamente por una mata de pelo curvado de un color tan opaco como la más oscura de las tinieblas. El vago recuerdo de cómo debía verse tu cara entonces, hace que algo dentro de mí se revuelva. Mas sin embargo, soy capaz de recoger pedazo a pedazo aquel mismo temple que tú, con orgullo de capa caída, llevabas entre tus manos con el miedo a ser olvidado. Robusta y siniestra apariencia, de tez semejante a la nieve recién caída, fría y pálida como un muerto. Amor, ¿Qué era el amor para un niño que a la edad de doce años se hacía esa pregunta? Puede que nunca lo supiese o quizás sabía lo que era todo el tiempo, pero estoy seguro que en tus huesudas manos de largos dedos y uñas mordisqueadas, pude encontrar una respuesta. Mi madre siempre repitió una vez tras otra que no se ha de mirar la edad de una persona, pues aquel sentimiento palpitante que ahora me ahogaba el pecho, no se hallaba en esa parte de una existencia como la tuya o la mía. Por eso fue que me enamoré a primera vista, de aquella vida vana.Con petulante elegancia te colaste entre las rendijas de mi vida. Pude saber para entonces que eras orgulloso como un ejército de Geishas, cuales paseaban sus infinitas caderas con aquellos zancos de madera de bambú con tal gracia imposible para un simple mortal. Honorable, sin embargo y fiel a tus principios de hacer siempre lo que el corazón te dictase hacer. Aún hoy en día y pese a sentir en mi difícil corazón de enervado sentimiento que he de olvidarte como si jamás hubieras sido nada más que una visión y producto del afán de amar que le corría demasiada prisa a un niño como yo era entonces, te evoco, y puedo susurrar tranquilo esta noche oscura y solitaria mi retrato de mi amor a primera vista.- 0 Comments
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Niña gitana.
¿Dónde ibas, tan cargada de ti misma? Que en las noches más intensas, apareciste frente a mis ojos, con encanto y un manto blanco sobre los hombros. Misteriosa muda traicionera, que en noches como esta te escapaste de mi cariño inexorable. Muchacha agraciada, ¿Qué llevas en aquella cesta de armiño? Porque estoy casi segura de que no podría ser tu niño. Pero... ¡Ay, chiquilla! Que me traes engañá, entre el casi y el segura, pude escuchar. Si me mintiera ahí mismo, no podría aclarar pero con certeza, yo te puedo asegurar; ahí se escucha una niña con la voz hipá, rezumando desde infinita tristeza un cántico tratando de simular, las viejas nanas gitanas que tu abuela te sabía susurrar.
¿Cómo pensar que has sido tú? Ay, mi niña gitana, si a mis ojos no eras nadie más, una de tantas. Te me meces como el viento, con la cara resguardá. Tapá con un pañuelo viejo repleto de agujeros, te vendes al olvido. Como viejo amigo, miras sus ojos cansados y te ciernes a la nada. Caes, perezosa niña gitana, caes y rompes tus alas.
¿Cómo saber que eras tú, la que no sabía agitar las alas? Ahora ya rotas, lamento no haber hecho nada. Niña, la cesta de armiño se rompe y se quiebra, pero tranquila, la niña ya no simula siesta y ya puedes respirar, que se te escapa dentro de la sombra de lo que alguna vez tú supiste dar. Ahora ya no se escuchan lágrimas derramar y el llanto de cuna ya no vuelve a sonar jamás.
Dime, niña gitana, ¿A caso podremos vernos de nuevo mañana? Ten cuidado con las riendas, no tropieces y no caigas.
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Deletreando.
Gateando hasta rastrear los huesos que dejaste perdidos, inundados de amargura y fríos, me siento y dejo en claro que intento olvidar la amargura que me recorre, que ya no es tanto el sentirme vivo, como el hecho de estar vacío. Te me apareces a tientas y me agarras, dejas en mi toda tu vida, tus notas y las estrofas. Me quieres, me odias. Trazas una fina línea que me marca cuales son mis límites, pero no la obedezco. Nos encontramos cara a cara, me miras y te miro pero en la tuya no hallo nada más que unos ojos que brillan vacíos y a la vez llenos de cosas que jamás supe interpretar y que nunca sabré entender. Te me abres por el costado y me enseñas las entrañas que tan llenas de cosas tienes, pero no sé distinguir nada, sólo se ver sangre y el gesto en tu cara que me anima a seguir observando, a continuar con aquella hazaña bárbara mientras tú misma, ante mi ansiosa mirada, te rompes el alma.
Y me duele, bueno o aunque sea me dolía hacía tiempo todo lo que a ti te dañaba, pero creo que mentiría si te dijese que todavía sufro de la misma manera, que todavía disfruto viéndote hacerte daño a ti misma, porque hace tiempo dejé de observarte como una bombilla de luz para un mosquito extraviado. Ahora probablemente seas otro tipo de faro, uno más brillante y sin duda, increíblemente lejano.
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El tiempo.
- Mientras nos despeñamos nos tomamos de las manos una última vez. No hay nada que decir, tu mirada me embarga y puedo descifrar y creer en lo que tú crees. Es cierto lo que me dices con los ojos, comprendo el brillo y las lágrimas ausentes que no quieren darse a conocer. Lo entiendo, lo sé.
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Insomnio.
- Ayer, igual que hoy y como viene pasándome desde hace dos años, tengo mucho sueño; pero no puedo dormir. Me he levantado temprano sin pegar ojo en toda la noche y me he sentado en el sofá rojo de cuero desgastado de siempre. He mirado tres horas fijamente hacia el techo y finalmente, cuando ha sonado la alarma me he levantado, duchado y hecho un té de cebada y orégano.
Hoy, como viene pasándome desde hace dos años, tengo insomnio.
Cuando tienes insomnio la vida pasa a tu lado como una desconocida vestida de blanco, los días se suceden sin que te des cuenta, olvidas las cosas que pasan a tu alrededor y te cuesta mucho concentrarte, además de tener la mayor parte del tiempo, un humor de perros.
Sin embargo no me siento cansado.
Me levanté y me miré al espejo después de quitarme un pijama de rayas y lleno de agujeros. Había perdido mucho peso en los últimos años.
Debí tener la mirada mucho tiempo ocupada en el reflejo, porque cuando me di cuenta de que seguía ahí parado y sin hacer nada, sentí un dolor en el estómago que se mudó a algún lugar de mi pecho.
Yo recordaba muchas cosas en noches como aquellas, que sin duda eran largas y se postraban despiadadas para mí. Tratando de ocupar mi mente con algo, sólo recordaba. Me venían a la cabeza muchos momentos y muchas personas. Los lugares que había visitado y lo mal que me sentía respecto al mundo. Había veces que recordaba un poco de ella también y aunque era difícil; pues a penas ya podía recordar su cara, aún provocaba en mí la misma sensación que cuando la conocí, debió haberme causado.
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Contigo.
- Tómame la mano y movámonos juntos. Emprendamos viaje hacia un mundo que desconozcamos y pongámoles un nombre. ¡Sonriamos! Hagámonos viejos y recordemos momentos pasados al lado de nosotros mismos. Abracémonos y dejemos pasar el tiempo, tomémonos de la mano sentados en un banco. Y luego, cuando el tiempo de estar contigo y tú conmigo haya pasado, muramos juntos, abrazados mientras aún nos amamos.
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El canto de las cigarras.
- Descansó la vista en algunas amapolas que yacían desperdigadas por el camino de vuelta a casa. Había sido un día largo y había tardado en llegar la noche lo suficiente, pues el verano había arribado con notables ganas de quedarse. Tenía los ojos desperdigados en el paisaje que se sucedía al ritmo de sus pedales, despacio o rápido, lento o precipitado. Admiraba como no cambiaba ni un ápice a su paso. Escuchaba con no demasiada atención el ruido de los grillos y las cigarras entre los arbustos a ambos lados del camino. Hacía un calor infernal.
¡Era verano! Después de todo, tocaba aquello, y sin duda había llegado tan rápido y siendo tan esperado que le había parecido que nunca había sido invierno. Es extraño, porque aquel año habían habido muchas lluvias y temporales, pero se sentía como si no fuera capaz de recordarlo. Echó un poco vista atrás y se observó a si mismo anhelando el invierno de vuelta. Aunque, su estación favorita, para ser francos era el otoño. Le había parecido siempre, pese a opiniones contrariadas, una estación maravillosa y también increíblemente hermosa.
Le gustaba pasar por su patio a ver las rosaledas y los árboles caducas quedarse desnudos y agitarse bajo el manto del invierno que entraba de puntillas; como el ligue de una noche que sale de tu cama y te deja desnudo nada más sale el día, y tú, te quedas dormido. Para ser sinceros, él era un hombre de pocas palabras, pero le encantaba observar las cosas. Jamás se arrepentiría de quedarse callado sin dirigir palabra a nadie por ser capaz de observar tan bien cosas maravillosas. Tampoco le echaría para atrás la consciencia de ser aquel motivo de no tener demasiados amigos. Así que, pedaleaba con la fuerza que le daba su cuerpo. No hacía mucho que se había empezado a dedicar a ello y quizá había tardado mucho en hacerlo, para ponerse justo en aquella estación, con toda la calor y justo cuando el Sol está más algo. Tampoco estaba en forma, no lo suficiente y se cansaba con mucha frecuencia.
Norman cerró los ojos y paró el vehículo de dos ruedas con sus pies, haciendo ruido y llevándose piedrecillas por delante, hasta que se quedó completamente sin ningún movimiento aparente. Se levantó del sillín, tumbó la bicicleta en el suelo y tomó una larga y tranquila calada de oxígeno. A veces, uno debía disfrutar del placer que provocaba estar solo. - 0 Comments
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Noche de tormenta.
- ¿Recuerdas cuando te metías en mi cama a causa de las pesadillas?Siempre decías que era sobre lo mismo.Caías.Pero decías que no era como si fueras a caer sobre algo, sólo caías. Yo no lo entendía, pero tú temblabas como una hoja. Era la sensación de hundirte en miseria por perderlo todo. A mí, a padre y a madre. Cada vez que tenías esas pesadillas estabas a punto de llorar.Así que te dejaba dormir conmigo, bajo la luz de la luna, sosteniendo mi mano.Tus ojos estaban muy abiertos y brillantes, casi como si buscasen algo. Creo que jamás había visto tanto miendo en mi vida. Pero sonreía para hacer que te sintieras mejor y te decía: "Si notas que estás cayendo, despiértate, voy a estar aquí, siempre estaré aquí, hermano."Y siempre caías derecho a dormir.Ahora, soy yo quien tiene pesadillas. No sobre caerme.Sino dejándote ir.
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Alzando vuelo.
Mato, asesino y no me compadezco de mí y mis recuerdos, después.
Sonrío y salgo a la calle, miro a mi esposa y le vuelvo a sonreír. Ella es una buena mujer, una mujer que jamás se atrevería desobedecer mi palabra y que en cambio, hace lo posible por llevarla más lejos. Jamás me cansaré de pensar que es una buena mujer. Sabe planchar los calcetines de maravilla y también hace un guiso de calamar riquísimo, me da lo que le pido.
Sin embargo, ¡Pobres idiotas! Aquellos tontos que no se dejan doblegar por mi reinado, aquellos a los que nada le es suficiente e intentan salir a la calle, gritar y deneterlo. Jamás supe cómo ha de sentirse estar en lo alto, pese a intentarlo de buena gana tantas veces. Ahora lo sé.
Tengo las manos manchadas de sangre, las gotas fluidas y líquidas han manchado mi rostro y ropa también, pero sigo como siempre. Algunos dicen prepotencia y llenan sus bocas de palabras burdas que no entienden. Pero aún así, levanto mi maza de poder y orgullo sobre el mundo.- 0 Comments
- Tag : Sobre las cabezas.
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Una persona que no sabía bailar.
Echó ambas manos sobre su cabeza, mientras un poco amargado y sentado sobre el sofá de una casa que no era la suya; escuchaba la melodía que sonaba de fondo. Era una canción bonita, aunque él no era un experto crítico en el mundillo musical era consciente de lo que podía gustarle a un oído y lo que podía resultarle súbitamente atonal. Era una balada Adagio a piano, tocada con tanto sentimiento que sentía que las lágrimas escapaban sin lugar a donde ir mejillas abajo.
Miró al reproductor en el que no paraba de sonar aquella melodía y sintió impaciencia y desazón.
Cuando supo que ya sus ojos no servirían más de contenedor para las lágrimas que querían salir, se levantó y fue a abrazarle. Fruto de sus lágrimas nació el dolor con el que sus brazos envolvieron al moreno amigo y amante desde hacía rato. - Te amo. - Murmuró, con la voz amarga y quebrada; siendo retenida y apagada por la ropa del otro, que también le abrazó.
- No seas tonto. - Escuchó.- 0 Comments
- Tag : A tu lado.
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Partes de otro conjunto.
- Bajo la funcionalidad absurda de la desesperación y el orden del desorden que nos une. Bajo las estrellas brillantes y nocturnas, palpitantes que el cielo omnisciente detiene. Sobre tu mirada, sobre las sonrisas y los gestos. Sin ceder ante el posible encuentro que posiblemente no se de; nos olvidamos.
Agacho la mirada y dejo de observarte. Hace dos años que nos conocemos y hace tan poco que podemos lucirnos de hacerlo, que me mata. Sueño que dejo de dormir y te veo, aunque en la realidad apartaría el gesto y dejaría de hacerlo; pero en mi sueño me miras, clavas tus pupilas en las mís y me preguntas cosas con los ojos, cosas que no entiendo y me aterro de la posibilidad del hecho de que quizás debiera saberlo.
Entonces despierto, ya no son dos años simples y curiosos de encuentros, ha pasado casi una decena de ellos y aún en tu mirada busco y hallo cosas indescriptibles. Me encuentro algo perdido y no puedo preguntar por dónde debiera salir, qué debiera hacer para liberarme o si realmente estoy retenido en este sitio.
A veces yo también me pregunto muchas de las cosas que probablemente tú te preguntes. ¿Qué soy? ¿Qué eres para mí? ¿Qué somos? Y si ese es el caso, si lograse hallar respuesta para las dos primeras preguntas; ¿Podría decirse que somos? Porque si no fuera así e hiciera tiempo que dejamos de serlo, no hay motivo por el que ahora, al abrir los ojos, te vea tumbado con gesto sereno sobre mi almohada.
Así que ahí me encuentro. En una especie de repetición de situaciones incómodas y momentos de infarto. Fijando como blanco de mi mira a tus castaños. - 0 Comments
- Tag : Nosotros vosotros y ellos.
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Desde martes, con jaqueca.
- Hasta lo que hubiera pensado cualquiera, incluso en aquel lugar tan inhóspito dentro de su cabeza, era que aquella suya, había sido una hazaña sin igual. Se había alzado el peto empolvado y había mirado con grandeza a todo su alrededor. Caerse era una de las virtudes de la vida y para alguien que trabajaba en el negocio de la ingeniería aerotécnica del arte de arreglar tejados, era algo casi común.
Se acicaló un poco con las manos llenas de grasa, la cintura del pantalón; y aunque la manchó, la dejó en su lugar y algo menos llena de polvo que hace casi nada, un rato muy pequeño. Miró con ímpetu a la escalera que no ayudaba nunca en nada e inconscientemente le echó la culpa por ser tan mala compañera. "¡Oh, no no no! Eso no se hace, vieja amiga. ¿Pero qué digo? ¡Amiga tú! Con amigos como estos, para qué querer enemigos..."
Casi mantenía una pelea con la pobre vieja y desdentada escalera y hubiera continuado, oh sí... Lo hubiera hecho encantado, incluso le hubiera alzado la mano a no ser que no hubiera llegado aquel hombre tan apuesto, con una pajarita enroscada en el cuello blanco de su camisa y una mirada casi de fábula. "¿Pero qué hace?" Escuchó y al pobre hombre de peto desarreglado casi le pareció que se le paraba el mundo y daba un vuelo. "¿Que no ve?" Dejó caer, como si todo el mundo peleara normalmente con escaleras y desaliñadas caídas tontas y antes de que pudiera proseguir, aquel hombre de camisa pulcra y gafas con cristal oscuro, comenzó a reír alocadamente.
El hombre del mono engrasado también dejó escapar una tonta risa de sus labios, casi sin pensarlo y antes de saberlo, se había enamorado. ¡A primera vista! Como en un cuento. - 0 Comments
- Tag : con jaqueca. Desde martes
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